jueves, 30 de octubre de 2008

Cambios


No se si a alguien le habrá pasado, que como las personas, hay cosas que nos demuestran tener dos caras. Tú te vas tan tranquila de compras y ves una camisa para tu medio pomelo preciosa. Clásica, pero al mismo tiempo actual, discreta y limpita. Monísima, ideal para llevar a la oficina. Y no la abres, para qué, si está tan doblada que no vale la pena. La compras y llegas a casa y le dices, mira que camisa tan bonita te compré y él la mira, la abre y dice ya, pero voy a pasar mucho calor en el trabajo. Pero que tonterías dice este hombre, hasta que te la enseña y ves que tiene un dragón en la espalda. Esa es la doble moral de la ropa, que te engatusa con el exterior y cuando te das cuenta hay maldad dentro de ella. Otro día voy a comprarme una prenda entre parka y chaqueta con cinturón. Muy mona, que te vale para un entierro y para una cena. Llevaba una capucha con corchetes. No importa porque la capucha se la suprimo y me queda un fondo de armario estupendo. Llegas a casa, sacas la capucha y te encuentras que tiene una calavera en la hombro. Que falsa! (como diría mi sobrina la Mayor) piensas. Ayer, como llovía, abro toda satisfecha mi paraguas nuevo. Es plegable de esos que tiene fundita. Resulta que lo compré por negro pero en los extremos tiene dibujos de vacas. Esta vez no me importó porque es monísimo, pero estuve a punto de comprarle otro para mi madre. Que nos timan, no se si a todo el mundo o solo a mi que compro atolondradamente. Menos mal que las cosas se pueden cambiar, pero una ya está harta de pasarse la vida cambiando. Cambias de edad, siempre para peor, claro. De la edad de la inocencia cambias para la del pavo en la que te salen unos granos horribles. Después para la prohibida, que diría Torcuato Luca de Tena en una novela horrible y fascista que se leía en mi adolescencia, en que estás insoportable. Más tarde es la edad de merecer, que como no merezcas lo suficiente te quedas soltera y para vestir santos, en mi familia la Virgen de Los Dolores (que como dice nuevamente mi sobrina, en nuestra familia lo de vestir santos es real; lo aclaro porque ésa seguro que me reclama la autoría) Y de ahí en adelante el declive total. La edad de la maternidad, sin embargo es algo que se ha quedado totalmente difusa. Puedes tener un bebé a los veinte y otro a los cuarenta y cinco, con lo cual la limitación por edades se viene abajo, por lo que Ana Rosa Quintana y compañía me acaban de estropear esta entrada, que no se porque razón tomó un desvío y del tema inicial se acaba de pasar a la prensa rosa. Porque la verdad, no se que será mas apropiado si hacer como Ana Botella que casó a su hija siendo una niña y ya tiene tropecientos vástagos o como Marcia Cross que a sus cuarenta seis años tiene unos gemelos bebés. O Nicole Kidman, que se llama como una de mis gatas, y a los 41 está embarazada o ya tuvo el hijo, no recuerdo con exactitud porque en ese momento nos llamaron para entrar en la consulta del médico. Que la vida está llena de cambios. Tanto se cambia, que conozco a una familia que eran tan normales y les están pasando cosas rarísimas. Para empezar tienen que dormir con mordedores. La hija mayor se partió un diente durmiendo y la madre se muerde la lengua también en sueños, con lo cual, ya se sabe eso de que "si te muerdes la lengua seguro que te envenenas" está acabando con ella, porque mala bilis tiene por un tubo. Lo que les sucede es evidente, se están transformando en vampiros. Lo que no se es como vamos a hacer este año para pasar la Nochebuena, porque siempre dormíamos en su casa y ahora como que da miedo. Que san spiderman nos proteja.

sábado, 25 de octubre de 2008

A tomar las aguas

En este pueblo, las paellas no son como las de todos los sitios, con sus gambas congeladas y sus berberechos pochos. Las almejas a la marinera no llevan una simple salsa y para de contar. No, aquí las almejas y los berberechos son especiales porque son muy "ilustrados". Ya se sabe que viajar amplía horizontes y eso le pasa a las almejas de aquí. La gente normal compra los moluscos y los limpia, dejándolos desbabar en una bañera de plástico. Como mucho, en los buenos tiempos, es decir, en mi juventud, cuando el mar no estaba contaminado, bajabas a la playa (si vivías cerca de ella, como yo ) y cogías agua de mar para la faena. Pero no, aquí son diferentes. Meten las almejas en una cesta y se las llevan de veraneo. Y esto lo hacen amas de casa normales y corrientes, no seres extraordinarios o un poco diferentes. Cogen a los niños, la sombrilla y el cesto de las almejas. En la playa, depositan a sus vástagos en la arena, ídem con la sombrilla y ahora viene la maniobra esencial. El cesto con las almejas lo acercan a la orilla. Buscan unas rocas donde calzarlo y allí lo dejan. Toda la tarde de playa gira en torno al bienestar del preciado molusco. Las visitas se suceden. Lo giran, lo mueven de sitio según el avance de la marea... Todo esto se puede repetir en dos o tres tardes sucesivas. Pero lo mas gracioso es que lo hacen con la mayor naturalidad del mundo. La tarde que vi por primera vez este suceso, no salía de mi asombro, porque además la amiga de mi amiga que las llevaba ni siquiera era la dueña de los bichos. Le pertenecían a su hermana, que como estaba acatarrada y no podía ir, se las encomendó para que les diese un baño. Pero la tarde acabó en tragedia. Esta chica, la amiga de mi amiga, es decir la tía de las almejas, se entusiasmó con nuestra conversación tan amena y cuando se dio cuenta las almejas se habían escapado. De poco valieron los esfuerzos por cogerlas, por buscarlas, aunque media playa se solidarizó en el rescate. Fue una de las mejores tardes de mi vida, porque de verdad que el espectáculo era surrealista. Un montón de marujonas buscando unos pobres animales que huían hacia la libertad. Yo, por no quedar mal, hacía como que buscaba, pero sufrí con los esfuerzos para no reirme, no de la pobre mujer sino de lo absurdo de la situación (aclaro). No aparecieron. Al final se tuvo que quedar con la mitad de la cesta nada más, porque hubo unas cuentas pasmonas que no fueron lo suficientemente rápidas para escapar. La pobre mujer casi lloraba, a ver como le explicaba a su hermana la huída de Alcatraz en masa, porque al día siguiente era fiesta y había invitados. Yo, que nunca había visto que se sacara de paseo los ingredientes de la comida, pensé si sería buena idea llevar el solomillo del domingo a casa de unos vecinos que tienen vacas, pero me dijeron que no, que sólo los bivalvos van al balneario.

lunes, 20 de octubre de 2008

Años

Antes tenía un space que ya no existe. Voy a resucitar alguna vieja entrada, porque ando un poco seca de ideas.

Una de las terribles cosas de cumplir años no es que te hagas más viejo, que al fin y al cabo no te das cuenta de ello por el hecho de sumar años. Lo peor son los síntomas. Pueden empezar con un aumento de talla, pero eso puede significar también que comes más de la cuenta. Puede suceder que te duelan los riñones cuando te levantas por la mañana, pero quizá es que debas cambiar de colchón. Te salen canas, pero hay que pensar que el exceso de preocupaciones también las origina. Los hijos crecen, pero muchas veces es por exceso de riego, que menos Actimeles de esos y seguro que seguirían siendo niños más tiempo o por lo menos se volverían transparentes como en el anuncio y no te descubrirían la edad. Porque eso de "los tuve muy joven" ni cuela ya y además te delata, porque o eres mayor o es que estás pasada de moda, que nadie tiene ya los hijos pronto. Que para los monstruitos de ahora, cuanto mayor te coja mejor, que antes te llevan al asilo y así los sufres menos. Continúo con el tema principal. Si no son las canas, ni los kilos ni los hijos, hay dos hechos fundamentales de los que es imposible evadirse. Un buen día te levantas, te miras al espejo y te das cuenta que ya sucedió. Se te cayó la cara. Ya eres mayor. No te tiene que suceder a una edad determinada, ni depende de la forma del rostro, ni de que seas guapa o fea. Simplemente llegó su hora. La de la cara. Tampoco tiene que ver con la gravedad, porque a lo mejor el resto de de lo que se cae, sigue en su sitio. Puedes tener el culo prieto, pero la cara caída. Y si tienes la cara caída es que ya estás en una edad madura. Tú eres la primera que lo nota , lo que no deja de ser una ventaja, porque los comentarios de los demás ya no te sorprenden. Que si estás mas delgada o mas gorda, que si tienes ojeras o si cambiaste el color del pelo. Algo te encuentran, pero no saben lo que es. Tú si. Se te cayó la cara. Hay otro síntoma inequívoco de la vejez, pero de eso ya hablaré otro día porque me acabo de deprimir. Y digo yo, si la cara es el espejo del alma ¿ Mi alma está ya en el infierno? Porque las almas cuando caen van al Averno. Por lo menos estará calentita.

jueves, 16 de octubre de 2008

Aclaración

Como he sido criticada por mi pareja, quiero aclarar y aclaro, que en ningún momento intenté burlarme o despreciar la vida que se lleva en la zona más rural de nuestra tierra, de la que soy ferviente admiradora, ni mofarme de mis vecinos a los que estoy agradecida por su acogimiento, ni reírme de su vocabulario del que soy estudiosa. Me siento como una famosa mandando comunicados a la prensa. O como Rajoy...ufff

sábado, 11 de octubre de 2008

Antropología cultural

Vivir en el rural, a parte de que suena muy pijo, es un poco complicado. Hay reglas no escritas, no es por maldad pero mejor que no las escriban, para mantener una vida social sana. Una de ellas es que si quieres "socio" sales a la puerta aprovechando el rayito de sol. En menos de diez minutos encontrarás con quien hablar. Si te apetece ampliar horizontes y unirte al casinillo de las vecinas de mas arriba (vivo en una cuesta muy cuesta) coges la bolsa de basura y al contenedor. Ya tengo comprobado que existen en trescientos metros tres grupúsculos diferentes de "mujeres a la puerta". Hombres también hay, pero suelen hacer otro tipo de reuniones. No están tanto a ras de calle, están mas a nivel de terrazas, huertas o bancos. Yo me puedo unir a ellos sin demasiados problemas, porque aunque no hablo de futbol, si hablo de ordenadores, de satélites o de teléfonos móviles. Porque no se vaya a creer la gente que en mi lugar están lejos del mundanal ruido de las ondas hertzianas. Fuimos los principales piratas de los canales de pago hasta que se acabó el chollo. Como dice uno de mis vecinos, no se comete ninguna ilegalidad, únicamente se capta lo que está en el aire. Otra de las reglas, es que hay que salir a hablar por lo menos cada dos días. Si tardas más, te acusan de no relacionarte, de estar metida en la cueva o de dormir. Además te pierdes noticias interesantísimas, como si anda por ahí una furgoneta de rumanos robando bicicletas. Yo a veces me despito y me castigan. Dejan de darme huevos, no me cuentan si están limpiando las cunetas y cosas así. Lo peor es como te salgas demasiado de la norma. Al pobre vecino nuevo lo queman. Plantar arboles para que no se vea su terraza es algo que no le perdonarán jamás, por mucho que el pobre intente remediarlo. Eso y que no consulte las reformas que hace, que no pida opinión sobre los obreros que contrata, en resumidas cuentas, que no implique a las fuerzas vivas del lugar en el desarrollo de la obra. Porque no se da cuenta, pero les está robando la diversión de un par de inviernos. Con nosotros pasó algo muy parecido, pero supimos reaccionar a tiempo, o supo mi última perra, que era muy lista. Gracias a sus visitas, a sus ladridos cortos pidiendo comida, las dos nos dimos unas buenas panzadas de follados y lo más importante, logramos la aprobación de los pilares de la comunidad. No fui condenada al ostracismo por poco, y como el nuevo vecino no se ponga las pilas, no habrá quien lo salve, ni siquiera yo, que podría ser un puente de unión. A mi me capacita para estas relaciones tan difíciles haber visto tantas series de tv. Sin Cícely dudo mucho que yo pudiera navegar en aguas tan complicadas. Pero una aprende de las experiencias de los demás, por lo que jamás caeré en las torpezas de Joel. Yo acepto sin pestañear que existe un virus de la trombosis que se está apoderando de los integrantes del rueiro, que las Benelux son las mejores ventanas para los tejados, que en la empanada hay que poner un "diluvio de cebolla" o que hay que que tener cuidado con el frío porque te "puede dar enfermedad" en la calle. Me acostumbré a que la luna pone la ropa tan blanca como el sol, que hay que ahumarse después de venir de un entierro o si andas con gatos pequeños y que yo sea la heredera del mote del anterior dueño de la casa. Pero para el susto que me llevé el otro día no estaba preparada. Estaba tendiendo ropa cuando oigo tocar la campana. Pienso "hay difunto en la parroquia". Escucho los tañidos y digo "es hombre"*. Empecé a gritar....El Anónimo me dijo, que no me preocupe hasta que no me ponga la ropa de los domingos y vaya al funeral.
*Por el número de campanadas se sabe si el muerto es de un sexo o de otro.

jueves, 9 de octubre de 2008

Terminales

Cada uno lleva su cruz o le cuelgan un sambenito. A mi me colgaron el de destructora de teléfonos (un chico muy educado de movistar, por cierto). Y va a ser verdad. Tuve varios a lo largo de mi vida de usuaria de móviles. El primero era no se de que marca, por supuesto de tapa. Como era inevitable me pasaba el día entero jugando yo sola, claro, a "comandante Spock, aquí Kirk". No todo el mundo tenía móvil y eso que no fui de las que tuvieron teléfono en el coche, porque de aquella todavía no éramos una pareja gay hetero. Pero si lo compramos pronto. El teléfono trekkie duró dos días, se estropeó por alguna razón que no recuerdo. Creo que los siguientes fueron unos nokia, aunque no se si hubo otro por el medio. Compramos dos enormes nokia, preciosos y decían que pequeños. Cada uno el suyo. En aquellos tiempos se compraba uno para la unidad familiar. Ya apuntábamos maneras. Eran tan buenos que cuando cambiamos,uno se lo vendí a mi hermana y el otro a mi cuñada. Pero me sentí cutre y a mi cuñada no se lo cobré y a mi hermana le devolví el dinero. Me pierdo en los siguientes. Se que tuvimos unos que parecían de primera comunión y por fin volví a los de tapa. Uno precioso, muy mono y muy cómodo, que me lo ponía en el hombro y podía hablar horas mientras barría, cocinaba y trabajaba. No se lo que pudo pasar pero mientras hablaba un día sentí un ruido extraño y que se me caían cosas de la oreja. Audífono de momento no tengo y el cerebro se pierde por un hombre, por unos zapatos o por un hombre ¿ya lo dije? pero no se cae a trozos.El móvil se había desintegrado. El de la tienda, ese chico tan amable, me dijo que en su vida había visto cosa igual. Me quedé con uno que mi madre no usaba, igualito al mío pero rojo. Yo muy contenta, porque excepto por ese percance el teléfono iba muy bien. Pero una noche creí estar en una nave espacial, por lo menos. De repente empezaron a verse destellos en la habitación. El móvil rojo se había vuelto loco y no paraba de emitir luces. Pues otro que se estropeaba. Ya era un poco vergonzoso. Me fui toda dispuesta a comprar uno nuevo. Precioso, planito, ligero, fácil de entender. No tenía tapa, pero si cámara y blutú. Lo puse a cargar esa noche, pero a la mañana siguiente ni un ápice había cargado. Hablar con la de la tienda, que no era el chico tan amable, devolver el teléfono y empezar de nuevo. Por fin conseguí uno igual al de las luces, después de que me aseguraran que no volvería a pasar. Esto fue en noviembre pasado. Feliz con el "parato". Era la envidia de todo el mundo mayor de treinta y cinco." Que poco ocupa, que diseño tan bonito, que fácil de usar". "Pues me lo dieron gratis por los puntos". "El próximo como éste, que me encanta."La verdad que feliz y contenta. Pero como suele pasar no hay nada eterno, la cara se cae con el tiempo, los hombres sacan panza y los teléfonos deciden que ya se agotó su tiempo. Estaba tan feliz y relajada en mi playita mañanera, paseando, leyendo, sin gente alrededor, cuando decidí cambiarme de sitio. Estaría mejor en aquella peña, cual sirena(ojo, no ballena)varada, con mi novela en la mano y mis pies a remojo. Cogí mi bolsa nueva llena de orgullo, tan cómoda ella, llena de bolsillos, los de dentro para el bronceador de la cara (a partir de los cuarenta hay que tener uno para la cara y escote), para el boli anti fanecas, para la cartera de los imprevistos. El de fuera con cremallera, para el móvil y las llaves del coche. Con cremallera, que como su nombre indica se abre y se cierra y si no lo indica lo hago yo. Con la bolsa en la mano, los crocs (si tuvieran tacón me sentiría como Carrie en sexo en Nueva York, corriendo con sus sandalias de Prada detrás de un perro. Tengo toda la serie, por supuesto) el libro y las gafas de cerca, me fui hasta la peña. El movimiento es muy sencillo, levantas los brazos para depositar todos los lotes. Al hacerlo, la bolsa nueva se retuerce y algo cae. No son los zuecos que son sumergibles, ni las gafas, que también lo son. Ni la toalla que se pone a secar y listo. ¿Qué es lo único que no pude tener contacto con el agua salada y mucho menos darse un baño de inmersión? La cara de tonta que se me puso es indescriptible, sobre todo porque no tenía espejo y no podía verla. No lloré porque reservo mis lágrimas , que como los folículos ováricos (estoy en la edad en que los aprecio mas que nada), tienen un número limitado y si lloras por tonterías después tus lágrimas no impresionan. Le hice primeros auxilios repetidas veces. Los continué en casa y por unas horas revivió. Pero no sobrevivió la noche. Ahora me encuentro con el teléfono mas cutre del mundo, sin cámara ni el blutú de mis amores, que me llaman cuando llevo el coche, sin nada de nada. Pero...hoy me llegó una carta de movistar en que me ofrecen el iphone. En noviembre se acaba mi contrato de permanencia, tengo los puntos a mi disposición, es mi cumpleaños... creo que seríamos felices juntos y ya se sabe, nada dura para siempre, excepto las cartucheras si no te haces una lipo.