sábado, 24 de octubre de 2009

Piropos



Frente al trabajo de Juan hay una obra. Esto suena a peli de terror o por lo menos de intriga, pero nada de eso. Es una obra normal y corriente. Eso sí, con fondos públicos, por lo que es una macro obra. No se cual es la razón, ni aquí importa para lo que voy a contar, porque si empezamos a darle vueltas a todo no acabamos más, pero los operarios son portugueses. De todos es sabido que aunque el pueblo vecino es un país maravilloso, con gente afable y ricos manjares, que adoro Portugal, pasé muchos buenos momentos de mi vida en el país vecino, por mis venas corre sangre portuguesa y tengo raíces en ese país hay que reconocer que llevan un pelín de retraso social con relación a nosotros, es decir, que se vive como vivíamos aquí hace años. Ya sé que esto no es políticamente correcto, que acabo de hacer lo que critiqué en la entrada anterior (a la que no voy a enlazar porque está aquí abajo y además porque acabo de aprender a hacerlo y me lío), pero pienso que es así. Bueno, pues después de tanta justificación, a lo que iba. Pues que los obreros son como eran los obreros antiguamente, que a toda mujer se la homenajea al pasar. Esto suena al más deleznable machismo, porque lo es, hombre todavía recuerdo cuando en mis tiempos mozos no podías pasar por un aserradero vecino porque los operarios te lanzaban los mayores improperios y corrían detrás de ti y cosas así. Por supuesto no dijeras nada que ibas provocando. Esto era así hace algunos años y era espantoso, te creaba inseguridad, te hacía sentir culpable y te hacía pensar que no era justo lo que vivías. Pero por fortuna en la actualidad ya no es así y lo que hacen los portugueses en cuestión no tiene nada que ver con eso. Juan dice que son muy elegantes, que no dicen ninguna ordinariez y que si las dicen son en un portugués tan cerrado que no se entiende. Tienen una buena organización, como si se tratase de parte de su trabajo. El primero que ve al objeto de admiración, lanza un silbido que es como el aviso general y a esto se suceden gritos, silbidos más largos y aullidos varios. Con el verano el calor aprieta y la gente anda con ropa más fresca, las ventanas se abren para que entre el aire, con lo cual las voces de la calle llegan con mayor facilidad. Según sea lo que se oye así se detectarán movimientos en el edificio de enfrente a la obra. Habrá que asomarse a fumar un pitillo, los fumadores, o a respirar aire fresco los no fumadores. Cuando el jolgorio exterior es mucho ya no hay disculpa que valga, hay que acercarse a las ventanas como sea, así está atendiendo a una persona o esté terminando un trabajo en el ordenador, lo más importante es ir, como sea, a ver lo que sucede fuera y si hay algo digno de inmortalizar, porque ya puestos, tirar una foto no cuesta tanto. La obra en cuestión está al lado de un paseo marítimo, por lo que el tráfico viandantil es muy fluido. Yo me imagino que a las chicas jóvenes les incomodará pasar por ahí, como a mi me sucedía con el aserradero en cuestión, pero para las que tenemos mas edad la disyuntiva es diferente. Si paso y me dicen algo, me tengo que indignar y llamarles machistas, energúmenos y cosas por el estilo, porque en estos tiempos no voy a consentir que se denigre a la mujer, pero, ¿ y si no me silban? Vamos, que yo este verano no fui ni una sola vez a esperar a Juan, por lo que pudiera pasar. Aunque bueno, ¿qué es un albañil frente a un camionero? Que como piropeadores a estos últimos no les gana nadie, que una cabeza asomándose por la ventanilla, con el poderío que da llevar entre las manos el volante de pedazo de camión, no lo supera ningún cinturón de seguridad del andamio. Que me diga alguien si un albañil podría decir "Con ese movimiento de culo te va a salir la caca mareada" Ya sé que es una grosería, pero yo casi me muero de la risa cuando lo oí y eso que era jovencita. Por supuesto lo dijo un camionero, que disminuyó la marcha para que lo pudiera oír. ¿Y el sonido de un claxon?, no hay silbido que lo supere. Sí, yo me declaro defensora de este gremio, que después de los bomberos ocupan el puesto más alto en los mitos eróticos de estos dos últimos siglos, porque si nos remitimos a tiempos pretéritos no se si podrían competir con los Mirmidones, por ejemplo. Que se me va la olla. Pues sí, que una ya está mayor y cuando este verano llevaba yo la basura al contenedor de camino a la playa y una ráfaga de viento indiscreta me subió el kaftán, lo que menos esperaba yo era oír el sonido de una bocina para llamar mi atención y que pudiera ver el gesto de admiración que me hacía el conductor del enorme vehículo que circulaba a mi vera. Pues, digo una cosa, que así sean como el de la película de Spielberg, benditos, por siempre, benditos camioneros.