jueves, 19 de marzo de 2009

Días tranquilos


La verdad que no hay por qué salir de casa para disfrutar de este puente maravilloso. El Pomelo (que sepa todo el mundo que me lee, es decir, muchíiisima gente, que me encantan los pomelos) y yo nos íbamos a ir de puente a Madrid a ver la exposición de Bacon. Como de costumbre, Volty encontró para ella y su apéndice unos billetes baratísimos, pero no se por qué será, que cuando fui a mirar los nuestros, resultaban fuera del alcance de cualquier persona sensata. Como ultimamente hemos decidido ahorrar para el porvenir, porque como dice mi sobrina la pequeña "hay que tener dinero para toda la vida, porque te puedes quedar en paro" (ya tiene destinada una cantidad para esa circunstancia), decidimos que no, que nos quedábamos en casita en el puente y que ya iríamos a la exposición cualquier otro fin de semana, si no enfermamos, no se nos cae la casa, se nos estropea el coche o se pica el loro. El puente dejó de ser puente, porque resulta que solo hay puente si se sale de viaje, pero hoy es San José, festivo y brilla el sol. Lo del santo me trae sin cuidado, porque ni me llamo Josefina, ni hay padres ya en mi vida, por lo que hoy es un festivo y punto, que se me está atragantando lo de San José, que no se por que el día del padre tiene que ser el de ese santo, que sólo fue padre de adopción, pero bueno, fue buen padre, porque se tragó lo de los ángeles sin rechistar. Con los problemas que tienen hoy tantas mujeres para conseguir embarazos, podrían traer ángeles del cielo para fecundarlas, aunque fuesen angelitos negros y no querubines sonrosados. Casi mejor, que lo de los querubines parece como si te fueses a convertir en una delincuente sexual, por lo menos. Aunque bueno, que si miras las ilustraciones de la Historia Sagrada,como se llamaban en mis tiempos aquella biblias infantiles y edulcoradas que nos regalaban cuando hacíamos la Primera Comunión, los Arcángeles estaban de muy buen ver y el que se Anunció a María era un arcángel, no un angelito del limbo. Pues a lo que iba, que yo de Angeles no soy muy entendida, aunque antiguamente creía que sólo había tres arcángeles, San Miguel, San Gabriel y San Rafael, resulta que no. Un día conocí a un chico en un chat que me explicó muchas cosas de los alados, pero como era tan pesado, el chico, pues no me leía todo lo que escribía por lo que no me enteré de mucho. También había en casa algún libro sobre el tema, porque durante una temporada estuvieron muy de moda...me estoy aburriendo soberanamente, con los ángeles, San José y aquel chico que se llamanba Azrael como el angel de la muerte. No se llamaba, era su nick, claro, porque yo no conozco a nadie que se llame así, aunque hoy en día que las madres ya no saben que nombre ponerle a sus hijos, todo es posible. Pero yo quería hoy hablar de los pequeños placeres de la vida. No fuimos de viaje ni estamos viendo pinturas en El Prado, pero yo estoy divinamente en mi casa. Resulta que en nuestra nueva vida de sensatez, llamamos a un hombre para que nos remozara un poco los exteriores antes del verano. Eso de aprovechar el fin de semana para ponernos como posesos a desbrozar y limpiar, de momento no va con nosotros, vamos que prácticos sí, pero seguimos siendo igual de vagos. Fueron dos días y medio de trabajo, aunque el medio te digo yo que le sobraba, porque tonta seré pero no tanto como para darme cuenta cuando se estira el tiempo, porque una leyó mucha novela de viajes en el tiempo y sabe de estirar y encoger el flujo temporal. Pues eso, que el señor vino a limpiar y nos dejó la huerta y la terraza preciosa de limpia y resplandeciente. Nos costó tanto como los billetes a Madrid, tanto no, pero casi. La verdad, si lo llegamos a pensar antes no nos hubiéramos dedicado a ser como la gente normal y ahora estaríamos, como señores, viendo esas caras tan feas que pinta Bacon, con perdón. Pero como el mal ya está hecho, yo estoy disfrutando del mal que deviene en bien y aquí me hallo. En mi terraza, con la supersombrilla abierta, el portatil en la mesa de jardín y yo como una escritora consumada disfrutando de la maravillosa vista sobre el mar y los árboles, de un pesado que ya los podía cortar que me tapan parte de las bateas, mientras tecleo estas frases. Estoy estupendamente instalada, con mi botella de agua con limón, a la que soy adicta, los teléfonos por si llama alguien y un libro de relatos de Connie Willis, del que ya me acabo de leer el primero. De lujo. De comer nada, que estoy a régimen porque ayer fui a la playa y me desbordaban las carnes. Por cierto hay tanto polen que tengo un paño de polvo a mi vera para limpiar el teclado de vez en cuando. Pues ya no digo nada más, que lo del wifi, la red local y todo eso es un chollo y casi voy a ver un capítulo de las múltiples series que me bajo. Aunque, limpiar sí, pero todavía no compramos la valla protectora a prueba de curiosos para instalarle al cierre, por lo que soy la atracción de mis vecinas, que en cualquier momento vendrán a asomarse a mirar, y me sentiré como un cuadro de Bacon, aunque eso si, más guapa.

viernes, 6 de marzo de 2009

Amigos

Cuando se llega a una edad provecta, como la mía, además de los inconvenientes que esto tiene (la mayoría a la vista, por desgracia), puedes rebobinar, quien tenga buena memoria que no es mi caso, y ver tu vida como en el cine. Cuanto mayor eres, más episodios para rememorar o más temas sobre los que reflexionar. Una cuasi centenaria me decía que como ve mal y no puede ver la tele ni leer, pasa revista a distintos episodios de su vida, que además los recuerda con una enorme precisión, dice; yo digo que lo que no recuerda lo inventa. Un día le toca a un pretendiente, otro día a cuando era estudiante e iba al teatro con su mejor amiga, o cuando en su etapa laboral estuvo destinada en distintos pueblos...Y así se pasa muchas momentos que si no, le resultarían aburridos. Bien, pues yo he decidido que voy a hacer lo mismo, pero de otra manera, algo más ambiguo, que me permite hacer reflexiones, que para algo estudié filosofía aunque no se note. Esta vez le tocó a los amigos. Hay dos tipos de personas, las fieles y las infieles en sus diversos grados, que no tiene nada que ver con que corones o no a tu pareja. Las fieles, tienen durante toda su vida los mismos amigos, ni uno más ni uno menos, porque se cierran al conocimiento de nuevos seres, sean extraterrestres o del mismo pueblo. Los infieles todo lo contrario, conocen miles de personas, las hacen amigos y sustituyen a los antiguos o los abducen y los anexan a su grupo interminable. Conozco un caso que para celebrar su cumpleaños e invitarlos a todos tuvo que emplear todo el dinero que reservaba para el evento en comprar entradas de una discoteca, porque no le cabían en su piso de estudiante, para poder dar una fiesta. Fue de lo más cutre, porque vale, con la entrada te daban una copa, pero no había ni tortilla ni tarta. Además, en la discoteca entraba más gente, con lo cual, la anfitriona cuando se dio cuenta ya había hecho nuevas amistades con lo cual aquel cumpleaños era de lo más raro porque había mucha gente mezclada sin conexión de ningún tipo. Para marearse, vamos. Eso es algo que siempre odié y que siempre recomiendo a quien quiera oir mis consejos, uséase, nadie. No se deben mezclar las amistades, por dos motivos fundamentales: el primero, y no por eso más importante, que cada persona es multifacetada, es decir, con más escamas que un pinto, por lo que no eres la misma tomando un café con unos desconocidos, que en casa con tu madre o con las amigas de toda la vida, porque no, porque en cada situación de la vida hay que llevar los zapatos adecuados y no se puede ir a los Oscars en zapatillas, ni a la playa de catiuscas si es verano. El segundo motivo es consecuencia del primero: cada grupo conoce algo de ti que no saben los demás, con lo cual pueden compartir información y desde luego no te apetece nada que tus compañeros de trabajo sepan que lloras a moco tendido viendo "Lo que el viento se llevó", si eres verdugo, pongamos por caso y para que lo entienda todo el mundo. Y el tercer motivo, porque había tres, porque me da la gana, es que si les da por ahí te pueden poner a caldo, porque siempre hay en cada grupo alguien que no es de fiar. Pero a lo que iba, que me estoy dispersando. Aunque seas de los que conservan las mismas amistades toda la vida o de los que cambian de amigos continuamente, todos tenemos amigos del alma. Para muchos son tres o cuatro, para otros una docena, pero son esos amigos que, aunque no los veas casi nunca, siempre serán tus amigos. Y no tienen por que ser las mejores personas, ni ser los íntimos con los que compartes tus mejores o peores momentos. No, son esos que siempre han estado ahí a través del tiempo, a veces sin mostrarse, pero son los que por alguna razón que solo tú sabes estarán siempre contigo, en tus recuerdos, en tus vivencias. Los amigos del alma. Que cuando se van te dejan sin un trozo de ella, aunque tú no creas en la existencia del alma.