martes, 8 de diciembre de 2009

Ejercicio II

Ya se sabe, todo es cuestión de modas y en los pueblos sucede lo mismo. Pero no voy a hablar de que los chavales usen calzoncillos debajo del bañador en la playa. No, eso lo haré en otra ocasión. Esto va de ejercicio físico, pero hay que tener un poco de paciencia. Primero fueron los paseos marítimos, que no hay pueblo costero que se precie que no lo tenga, aunque no lo utilice nadie, aunque el mar lo barra de lado a lado, porque muchas veces son pasillos, no paseos, o que se pudran, como en mi pueblo de adopción, y te rompas la crisma cada vez que intentas hacer lo que su nombre indica, pasear por él. Si no hay mar, pues hay río y también se hace paseo marítimo y ruta de senderismo, esa es otra, que las rutas te llevan a veces a una carretera y tú preguntas, pero bueno, ¿qué había qué ver aquí? Pues nada, que se hace camino al andar y sólo se trataba de andar, no de ver nada. Que también somos a veces de un exigente...Pues eso, que después de los paseos vinieron las piscinas. Nada que ver, porque son de lo más práctico. En el mar es imposible bañarse, ni en invierno ni en verano, cuando pasas de los catorce años. Todos sabemos la razón. El agua. No es que esté contaminada, no, es simplenmente porque está helada. Cuando eres niño no te enteras. Es como con los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez. Cuestión de fé. Miras al mar y piensas, toda esta inmensidad está aquí para que yo, niño afortunado, me pueda bañar. Y lo haces y disfrutas. Pero cuando vas creciendo y dejas de creer en lo Reyes, en los Magos y en los otros, te das cuenta que el mar es para mirarlo, para admirarlo, para que salga la vena poética e incluso para pescar mientras queden pescados y, como mucho, para mojarte los pies y eso con precaución, que los sabañones están haciendo guardia para poseer nuestros dedos, en nuestro idioma autóctono, dedas. Y hete aquí que a alguien se le ocurrió lo de las piscinas. Y pasamos de no tener ninguna a que cada pueblo tenga la suya. Pues todos a bañarse. Pero claro, antes hay que aprender a nadar, porque aunque parezca una obviedad que quien tiene mar sabe nadar, pues es falso. Pero ahora no voy a comentar las razones antropólógicas de por qué en los pueblos marineros hay varias generaciones de hombres y mujeres que no saben hacerlo. No lo voy a hacer, no porque no lo sepa, que lo sé, sino porque no me apetece nada y sería de lo más aburrido. No, voy a hablar de ejercicio físico, leñe. Hombre, que ya tenemos piscina, me dice Pomelo un día de invierno. Ya, le contesto, pero me da pereza. Pues no, que al final me dejé convencer y acabé con mis huesos recubiertos de carne, ultimamente más, que estoy engordando, en el Decathlon para aprovisionarme del equipo de baño adecuado y de paso para una comida de La Pandilla. Pues que si la matrícula y el bono familiar, que para eso somo quienes somos y el carro siempre antes que los bueyes, o como sea el refrán, que cada vez se está complicando más esto. Pues a nadar. Pero había un problema. El Pomelo, que no sabía. Sus razones no tienen nada que ver con las históricas, no, era un problema de timidez. Y por no enseñar la cara, pues que aprendió a bucear y le llegó. Pero para la piscina eso no valía, porque sumergirte con un tubo y dedicarte a hacer largos por debajo del agua, quedaba feo, es más, hasta alguna señora te puede dar golpes con el gorro y llamarte pervertido. Pues que tengo que aprender, me dice. Y ni corto ni perezoso se apunta a un curso de aprendizaje. Pero claro, no todo podía ser tan sencillo. Resultó ser el único hombre en medio de tropecientas marujonas entradas en carnes y en años. Me preguntareis, y si no lo haceis hacemos como si tal, ¿y los hombres que nombrabas que nunca aprendieron? Pues no están en el curso, por supuesto, que antes ahogados que pasar por la vergüenza de reconocer su ignominia. Pero mi Pomelo no. Con dos .... flotadores, digamos. Ni siquiera le amilanó ser el más burro de la clase, porque sus compañeras ya llevaban varios cursos intensivos. Y poquito a poco aprendió a nadar. Y a renadar, porque siempre fue muy exagerado y ahora nada mejor que yo, que el idiota que se reía de verlo en la calle de los iniciandos y si me descuido casi mejor que el monitor, que para eso se bajó miles de videos y se compró otros tantos libros del arte de nadar. Y cuando ya estábamos satisfechísimos, porque ya íbamos a cursos de perfeccionamiento, a quedar con los compis de cursillo y a saber todos los cotilleos, nos cierran la piscina. Ahora la abrieron de nuevo, pero perdimos el ritmo y aunque llevamos pagando seis meses rigurosamente las cuotas, todavía no empezamos la nueva andadura, mejos dicho, nadadura. Ocasionalmente voy yo alguna manaña, pero hay un problema. Que las mañanas están llenas de jubilados desocupados que no saben en qué pasar el tiempo y ocupan las calles y te dan conversación y quieren hacer peña y no, yo voy a hacer ejercicio...y a contemplar al nadador solitario de bañador mínimo y espaldas anchas que ocupa la calle central, la de nado rápido, que me hace desear el tubo de buceo de mi Pomelo.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Ejercicio

Dicen que el ejercicio físico es fundamental para la buena salud física y mental, así como básico para mantener un cuerpo flexible y firme. Pues hasta tendrán razón y todo. Lo que está claro es que unos nacen para sacrificarse y disfrutar con ello, es decir, masoquistas y otros para cultivar la buena mesa y el descanso. Pero como al fin y al cabo recibí una educación cristiana, pues no me quedó más remedio que enfrentarme al hecho de que hay, de una manera o de otra, que mortificarse. Este convencimiento me vino con los años, parejo a la decrepitud de mi físico. Fui de las pocas personas que suspendían gimnasia y no por ser excesivamente torpe, sino porque aquello me parecía un horror, que si volteretas laterales, que si saltar el plinton, aquel instrumento de tortura lleno de cajones, que si la barra de equilibrio y lo peor de todo, el pino, en que dos de tus compañeras te sujetaban la piernas allá arriba y tú cabeza abajo.... Es decir, yo que cada vez le tengo más miedo al avión por no poder ser el piloto, ¿iba a consentir, en una posición que desafía a la gravedad de esa manera, perder el control para dejárselo a dos condiscípulas? ¿y si les caía mal?¿y si les daba un mareo? Hombre ya, acabar con la cabeza contra el suelo y reventar como una cidra cualquiera, no faltaría más. Por todo ello se amargaron mis días de instituto. Hacerme un esguince en un pie es lo que deseaba más en el mundo. A todo esto, vestida con un horroroso chandal como de espuma. Ahora si lo pienso, no estaba mal el diseño, muy setentero, pero el tejido..., se pegaba a todas partes y al mismo tiempo quedaba rígido, frío, tan sintético que da dentera pensárselo y de color azul marino con una raya blanca en el pantalón y dos en el cuello de la chaqueta. A todo esto cámbiate en unos vestuarios gélidos, eso en la segunda época de mi bachillerato, que en la primera teníamos una habitación de una especie de garaje. Una tortura. Lo que no sé es lo que llevábamos en los pies. En cuanto pude me olvidé de todo esto. Pero hete aquí que vienen los años noventa y con ellos la moda de los gimnasios y de estar tonificado, delgado y duro. Allá me fui al gimnasio. No contaré que fue un éxito, que me reconcilié con el ejercicio físico, y que esculpí mi cuerpo como una modelo, bueno no hay que exagerar, pero vamos, que me sentó de maravilla. Claro, nada que ver con el chandal de espuma. Por aquel entonces se llevaban las mallas de licra. Un poema. Qué monos eran mis conjuntos. Malla entera con body-tanga por encima. Malla a la cintura con body de cuello alto en azul eléctrico. Y varios así. No tengo fotos, mejor. Fueron unos buenos años, en los que hice buenas amistades y descubrí que un abdomen liso es bueno para todo, hasta para entrar en quirófano en la camilla, no de cirujano que por ver Anatomía de Grey no te dan el título. Pero el gimnasio cerró, por lo que me quedé sin mis horas de ejercicio, aunque bueno, yo tenía a mi primera perra, por lo que daba grandes paseos por el monte. Como no quiero aburrir, diré que cuando me quedé sin la ultima perra, porque mi mala suerte con los animales es proverbial, se acabó mi etapa andariega. Únicamente los paseos por la playa en verano, esos paseos que tanto añoro ahora en invierno, con buena lectura y accidentes digitales. Pero en mi horizonte deportivo aparece la piscina. Pero esto se está haciendo muy largo y lo dejaré para otro día, porque lo de la piscina no tiene desperdicio. Pero, ¿dónde se vio que entre largo y largo tengas que saludar? Que me están volviendo loca estos jubilados.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Nostalgia

Parece ser que cuando te vas volviendo mayor, recuerdas con mayor precisión los aconteceres de tu vida. Yo tengo muy mala memoria, es más, no recuerdo casi nada. Tengo amigas que rememoran con total exactitud aquel día de verano, lo que llevabas puesto y el estado de la mar. Yo no, no sé si el día era lluvioso, si mi pantalón era vaquero o llevaba una de aquellas faldas largas indias que usé en los primeros años de mi juventud. Es más, ni recuerdo aquel día ni aquel verano ni nada que se le aproxime. Nunca me importó demasiado, nunca fui muy dada a recordar hasta que me volví "más mayor". Total que más daba, si contaba con aquellas amigas elefantes, no por su volumen, sino por su memoria. Siempre hay ayudas para los recuerdos. Las fotos, por ejemplo. Ahora con lo digital, no hay problema ninguno, tiras cien fotos y captas cada gesto, cada inflexión de la cara. En mis tiempos, de carrete y costaba dinero revelarlas, con lo cual había que mirar mucho lo qué afotabas. Hay gente muy cuidadosa, que tiene sus fotos en álbumes, en la estantería y sin polvo. Yo no. Mis antiguas fotos en papel, están en una caja de zapatos algunas, otras posadas en una estantería, porque se van a escanear algún día que nunca llega y las más en cualquier montón de papeles encima de alguna mesa, porque se cogieron para mirar o enseñar y nunca más volvieron a su sitio. Perdí una foto estos días, una foto que me rescataba un recuerdo. Pero me es igual. Si llego a ser vieja de verdad, como mi genética me lo indica, me acordaré de aquel día y de muchos más. Pienso que podré acordarme del pasado como si fuese una película. Y si no es así ¿a quien le importa? ¿De qué valen los recuerdos, si no están las personas con quien los viviste para poder compartirlos?

domingo, 8 de noviembre de 2009

Pequeñas transgresiones


La vida se compone de pequeñas transgresiones. Y ojo, o como vi un día en un letrero de advertencia para que fuese más efectivo, ¡¡HOJO!!, que ya son ganas de complicarlo todo, que ya hablaremos con calma de la ortografía, porque ahora estamos hablando de moral, pues eso ¡ojo!, que digo pequeñas, porque si fuesen grandes estaríamos hablando de delincuencia y hasta ahora somos todos muy honrados. Los pequeños hurtos, por ejemplo. No sé si será en todas las épocas, pero en mi muy reciente juventud estaba de moda la mangancia, es decir, el afanar en las tiendas. Curiosamente, cuanto más pijo se era más se mangaba. Recuerdo que se contaba con gran admiración, que unos amigos, que iban a un renombrado colegio de pago, se habían llevado una tienda de campaña que estaba expuesta en unos almacenes de la capital, de nuestra capital, ya desaparecidos: Simago, a los que la gente apodaba "Simango". Por aquel entonces, a mí ya me parecía excesivo y ahora, por supuesto, me parece un puro disparate, pero eran los finales de los setenta, cuando la gente necesitaba alguna vía de escape del orden establecido, máxime estando en el final de la adolescencia. Yo, la verdad, nunca fui muy ladronzuela, no sé si porque mi rebeldía la encauzaba de otras maneras más idealistas o bien porque nunca fui demasiado hábil en eso de poner cara de póker, pero creo que me llevé una chocolatina de un supermercado y una camiseta, pero eso ya en la edad adulta y fue porque se me quedó en el fondo del carro. Ah, y un calendario del Papa en Roma, pero porque había unas colas muy largas en el puesto de souvenirs y como seguro que la Iglesia se llevaba royaltyes, pues eso, que ya bastante nos habían cobrado en el Vaticano y por la molestia de tenerme que cubrir los hombros con una bolsa de la compra. Pero sí que en todos nosotros hay un punto canalla. Recuerdo que las latas de anchoa y otras delicatessen para nuestros paladares estudiantiles provenían del arte rateril de nuestro cocinero y su pinche, que después se tomaban un vino a la salud de los comensales, que para vinos y copas siempre hubo, vamos hombre, que hay que disfrutar de los años mozos, que pronto se acaban y que con el tiempo, por un gintonic compartido con una buena amiga acabas con una resaca que te dura dos días. Lo que nos volvemos con la vida ordenada. Pero no sólo de pan vive el hombre ni de robos cutres tampoco. El adulterio ya no se contempla en el código penal, pero sigue sin ser nada recomendable para la estética de la cabeza. En teoría, todos le somos fieles a la pareja, pero un coqueteo con el del puesto del mercadillo o un intercambio de mensajes con un viejo amigo o una conversación subida de tono en un chat o por el facebook, no son infidelidades ni motivo de separación, pero sí son parte de los pecadillos de la vida cotidiana. Es como la alimentación sana. Yo soy muy estricta con lo que como, procuro tener como base de mi dieta fruta y verdura, proteína de calidad e hidratos de carbono, en su justa medida. Pero claro, hay temporadas, estados de ánimo y situaciones de la vida. Que estamos en otoño, los días se acortan, la luz cada vez es más escasa...y se acerca la Navidad y yo adoro los polvorones, y el turrón de chocolate y el de Jijona y todos, todos, todos los dulces de esta época, excepto el mazapán, aunque si es muy bueno hasta lo tomo. Otra transgresión más. Pero vayamos a las conclusiones. La vida se compone de esos momentos, de aquel día que nos fuimos del bar sin pagar ( ya contaré en otra ocasión como nos vino a buscar el camarero a la calle) , de coquetear con el portero de la discoteca para poder entrar gratis, de meterte vestida en la cama para que tu padre no se diese cuenta de que acabas de llegar a las cinco de la mañana, de decirle a tu mejor amiga que no te apetece demasiado salir porque esperas que te llame el chico del que te enamoraste perdidamente el día anterior ... De mentiras, engaños y desleataldes se compone la salsa de la vida, que aunque de yogur y de honradez sea más sana, de vez en cuando hay que añadirle una pizca de pimienta. Pero cuidado, que el picante en exceso es dañino y que ver una comedia romántica debajo de una manta en una tarde de domingo lluviosa, con tu pareja de toda la vida, no hay dinero que lo pague; aunque bueno, caminar subida a unos Christian Louboutin del brazo de George Clooney por las calles de Nueva York no sé yo...

sábado, 24 de octubre de 2009

Piropos



Frente al trabajo de Juan hay una obra. Esto suena a peli de terror o por lo menos de intriga, pero nada de eso. Es una obra normal y corriente. Eso sí, con fondos públicos, por lo que es una macro obra. No se cual es la razón, ni aquí importa para lo que voy a contar, porque si empezamos a darle vueltas a todo no acabamos más, pero los operarios son portugueses. De todos es sabido que aunque el pueblo vecino es un país maravilloso, con gente afable y ricos manjares, que adoro Portugal, pasé muchos buenos momentos de mi vida en el país vecino, por mis venas corre sangre portuguesa y tengo raíces en ese país hay que reconocer que llevan un pelín de retraso social con relación a nosotros, es decir, que se vive como vivíamos aquí hace años. Ya sé que esto no es políticamente correcto, que acabo de hacer lo que critiqué en la entrada anterior (a la que no voy a enlazar porque está aquí abajo y además porque acabo de aprender a hacerlo y me lío), pero pienso que es así. Bueno, pues después de tanta justificación, a lo que iba. Pues que los obreros son como eran los obreros antiguamente, que a toda mujer se la homenajea al pasar. Esto suena al más deleznable machismo, porque lo es, hombre todavía recuerdo cuando en mis tiempos mozos no podías pasar por un aserradero vecino porque los operarios te lanzaban los mayores improperios y corrían detrás de ti y cosas así. Por supuesto no dijeras nada que ibas provocando. Esto era así hace algunos años y era espantoso, te creaba inseguridad, te hacía sentir culpable y te hacía pensar que no era justo lo que vivías. Pero por fortuna en la actualidad ya no es así y lo que hacen los portugueses en cuestión no tiene nada que ver con eso. Juan dice que son muy elegantes, que no dicen ninguna ordinariez y que si las dicen son en un portugués tan cerrado que no se entiende. Tienen una buena organización, como si se tratase de parte de su trabajo. El primero que ve al objeto de admiración, lanza un silbido que es como el aviso general y a esto se suceden gritos, silbidos más largos y aullidos varios. Con el verano el calor aprieta y la gente anda con ropa más fresca, las ventanas se abren para que entre el aire, con lo cual las voces de la calle llegan con mayor facilidad. Según sea lo que se oye así se detectarán movimientos en el edificio de enfrente a la obra. Habrá que asomarse a fumar un pitillo, los fumadores, o a respirar aire fresco los no fumadores. Cuando el jolgorio exterior es mucho ya no hay disculpa que valga, hay que acercarse a las ventanas como sea, así está atendiendo a una persona o esté terminando un trabajo en el ordenador, lo más importante es ir, como sea, a ver lo que sucede fuera y si hay algo digno de inmortalizar, porque ya puestos, tirar una foto no cuesta tanto. La obra en cuestión está al lado de un paseo marítimo, por lo que el tráfico viandantil es muy fluido. Yo me imagino que a las chicas jóvenes les incomodará pasar por ahí, como a mi me sucedía con el aserradero en cuestión, pero para las que tenemos mas edad la disyuntiva es diferente. Si paso y me dicen algo, me tengo que indignar y llamarles machistas, energúmenos y cosas por el estilo, porque en estos tiempos no voy a consentir que se denigre a la mujer, pero, ¿ y si no me silban? Vamos, que yo este verano no fui ni una sola vez a esperar a Juan, por lo que pudiera pasar. Aunque bueno, ¿qué es un albañil frente a un camionero? Que como piropeadores a estos últimos no les gana nadie, que una cabeza asomándose por la ventanilla, con el poderío que da llevar entre las manos el volante de pedazo de camión, no lo supera ningún cinturón de seguridad del andamio. Que me diga alguien si un albañil podría decir "Con ese movimiento de culo te va a salir la caca mareada" Ya sé que es una grosería, pero yo casi me muero de la risa cuando lo oí y eso que era jovencita. Por supuesto lo dijo un camionero, que disminuyó la marcha para que lo pudiera oír. ¿Y el sonido de un claxon?, no hay silbido que lo supere. Sí, yo me declaro defensora de este gremio, que después de los bomberos ocupan el puesto más alto en los mitos eróticos de estos dos últimos siglos, porque si nos remitimos a tiempos pretéritos no se si podrían competir con los Mirmidones, por ejemplo. Que se me va la olla. Pues sí, que una ya está mayor y cuando este verano llevaba yo la basura al contenedor de camino a la playa y una ráfaga de viento indiscreta me subió el kaftán, lo que menos esperaba yo era oír el sonido de una bocina para llamar mi atención y que pudiera ver el gesto de admiración que me hacía el conductor del enorme vehículo que circulaba a mi vera. Pues, digo una cosa, que así sean como el de la película de Spielberg, benditos, por siempre, benditos camioneros.

lunes, 24 de agosto de 2009

Tópicos II


Me encantan los números romanos, aunque si lo pienso un poco ¿hay a alguien a quien no le gusten? Es que queda mucho más bonito en el título poner "Tópicos II" que "Tópicos 2" Sí, son preciosos aunque de pequeños haya costado aprenderlos, la verdad, que lo de pasar a de tres a cuatro era un poco complicado y lo de cincuenta y quinientos me costó trabajo, es más tendría que pensar para saber cual es cual. Quién es quién, eso sí que es más difícil es este mundo de hoy en el que las apariencias rigen casi toda nuestra vida. No sé si a alguien le habrá pasado pero se produce un fenómeno esquizofrénico cuando estás hablando con alguien que no conoces demasiado y te das cuenta que se está comportando de una manera que induce a la confusión. Me explico, no es lo de, "Jasusa, cuanto tiempo sin verte" "Perdone, pero no se quien es usted". "Mujer, claro que lo sabes, que estuvimos juntas trabajando en aquella casa y tú eras la que tenía aquel problema de gases." Esto le pasó a una persona que yo conozco, tan fina y glamurosa ella que casi le da un desvanecimiento cuando oyó lo que acabo de relatar, sobre todo si pensamos que las palabras utilizadas no eran exactamente las escritas por mi. Pero no hablo yo de una confusión de este estilo, porque naturalmente a esta pobre chica la habían confundido con otra. No, hablo de un algo que no todo el mundo capta, porque no todos tienen una sensibilidad como la mía, todo hay que decirlo sin rubores y sin falsa modestia. Estás hablando con alguien y te das cuenta que te está dando información que no has pedido, porque únicamente quieres comentar lo buena que está el agua, que te llega a las rodillas, en esa tarde maravillosa de playa. Pues no, erre que erre a contarte todo el currículum académico de familia y amigos. No lo entiendes, pero lo terminas percibiendo, por razones ajenas a tu voluntad esta persona te está transmitiendo un mensaje muy claro, que te obliga a reflexionar sobre la imagen que sin quererlo estás dando de ti misma. Este es un tópico más de tantos, juzgarte por tu apariencia, por tus gestos o por la lengua que puedas hablar en un momento determinado. Es muy complicado relacionarse, con lo fácil que sería si todos llevásemos un indicador de estado como en los Sims. Tengo un diamante verde sobe la cabeza, eso quiere decir que me encuentro a gusto, que se cambia a amarillo, o es que me muero de hambre o es que me estás aburriendo de mortandad instantánea. Pero no es así, en la vida hay que disimular, disimular porque no quieres hacer daño, porque tu puesto de trabajo peligra o porque no quieres quedarte solo. Aunque hay otros tópicos más enervantes que normalmente suelen ir unidos a la intolerancia. "Mis mejores amigos son gays" esta es una frase que se oye mucho, tras la cual suele ir un "pero": no deberían dejar que se casaran, no deberían adoptar y cosas similares. Siempre me he preguntado y tus íntimos amigos gays, ¿qué dicen a eso?, hombre que cada uno piense como quiera, pero que no se intenten ocultar comportamientos homófobos con amistades inexistentes, vamos que dudo mucho que amistad y "si son tronchantes","si yo me parto de la risa con la pluma que tienen" sea compatible. Hay también otro tópico que no sé que tipo de conducta enmascara, pero que también me parece de lo más estúpido. "Pueden decir que no creen en nada, pero cuando uno se va a morir, todos en su interior se vuelven creyentes" ¿Pero cuantas veces te has muerto? te dan ganas de preguntarle al decidor de esta estulticia. Pero después están las realidades, siendo la mayor de ellas que en tu vaso de bolis puede haber mil rotuladores, de punta gruesa, indeleble, fluorescente, finísimo, azul, negro o pistacho pero jamás habrá un boli normal, de los de toda la vida, un bic naranja o un bic cristal, "dos escrituras a elegir, bic naranja escribe fino, bic cristal escribe normal".

miércoles, 29 de julio de 2009

Tópicos






Hoy, como está un día un horrible y no puedo ir a la playa, decidí dedicarme a las tareas del hogar con más afán que otros días, pero después pensé que no, que de vez en cuando hay que disfrutar de las tardes lluviosas del verano para hacer todas aquellas cosas que sí hacemos durante el invierno pero que en la estación cálida omitimos porque no tenemos tiempo. Lo cual es una mentira, porque este año no existe el verano, por lo que estoy llevando casi la misma vida que en invierno, lo que no deja de ser otra buena disculpa para concluir que hoy no tenía ganas de hacer nada y que a lo tonto me estoy pasando la tarde holgazaneando. Tanto holgazaneé esta tarde que hasta me cansé de escribir y dejé la entrada a medias. Pero como el mal tiempo sigue continúo en casa, sin ir a la playa porque además tuve un eritema solar por lo que eso de aprovecho en la terraza un rayito y me bronceo un brazo, ya no, porque tendría que untarme de crema y el esfuerzo no me compensa, ya dije lo vaga que estoy este agosto. En agosto frío en el rostro, dice el refranero, pero también dice zapatero a tus zapatos. No voy a hablar del presidente, aunque con la política tan convulsa que tenemos ultimamente si hablas de algo que lleve Z ya piensan que estás hablando del Gobierno, cuando tú lo que querías era hablar de unas sandalias de tacón alto o del zorro, por ejemplo. Pero yo tampoco quería hablar de calzado, que ultimamente no se porque razón me da por los zapatos, a pesar de que nunca tuve demasiado interés por ellos, que a mi lo que iba era Yo Tarzán y tú Jane, o sea, andar descalzo, quería decir, que ya me empieza la dispersión, no sé por qué. Por cierto, que para mí Tarzán siempre será Johnny Weissmüller, hombre, que me dio mucha pena que acabase en el geriátrico dando gritos de tarzán por los pasillos, que supongo que a las cuidadoras se les derribaría un mito. Pero a mí no, que, con permiso de Burroughs, Tarzán siempre será Johnny. Pero tampoco quería hablar de Tarzán que yo quería hablar hoy de tópicos, bueno hoy no, el día que empecé la entrada, pero como ya pasó un tiempo, pues no me acuerdo que quería contar. Tengo apuntado en mi libretita de notas, que es monísima por cierto, aunque el otro día la malvada de Volty le decía a una buena amiga mía," que penita de agenda, tan bonita y la estropea con una letra tan horrorosa, se la regalé yo, pero ya me pesó". No creo que gastase mucho, porque mi hermana tendrá muchas virtudes, pero espléndida nunca fue, pero en fin, lo que tengo apuntado es : Tópicos y asignaturas pendientes. No tengo ni idea a lo que me pude referir cuando apunté eso. Bien, ya me volví a perder. En una tarde como la de hoy nos hallamos en los ordenadores, cada uno haciendo sus cosas, cerca, porque las mesas están el L, colocados de tal manera que tenemos independencia pero podemos comunicarnos. Caramba, acabo de dar las claves para que una pareja funcione, ni que yo fuera la srta. Francis. Bueno, pues a lo que iba. Estábamos mirando una foto de mi medio pomelo, cuando se me ocurrió hacer una recreación propia. Yo creo que me quedó bien, aunque él me dijo que era una chapuza, que no consistía la historia en poner, superponer e iluminar o algo parecido, dijo, que antes había que hacer la foto y después saber lo que se quiere hacer y no ir a lo loco y que además es muy fácil decir pon y sube y baja sin tocar nada. De ahí lo del refrán de antes, pero como el refranero sólo es indicativo de la sabiduría popular que no siempre va pareja con el acontecer de los tiempos y con el photoshop, pues yo creo que me quedó bien bonita, más bonita que la que hizo el fotógrafo que la tiró. Y la demostración está aquí, la foto original, la foto que construí y la que retocó él, pero no en el mismo orden forzosamente.

domingo, 12 de julio de 2009

John Doe


"Es increíble, pero este señor está más integrado en el pueblo que nosotros", me decía Juan ayer, cuando fuimos a dar un paseo por la feria del mar o algo así que había en el pueblo-ayuntamiento al que pertenece la parroquia en la que vivo. Es en esa población dónde vivimos muchos años antes de trasladarnos al rural. Por cierto que eso de que el sol quema, abrasa y te deja la piel a tiras es verdad. Salí toda mona y veraniega con una camiseta sin mangas para lucir mi moreno y resulta que llegué como un camarón en escote y hombros, vamos que este sol es de un traicionero que te decepciona, porque si ahora hasta hay que salir con protección para tomar una caña, que casi estoy por contratar unos escoltas que me protejan, porque con sombrilla hay que salir. No quiero ni contar como se le puso la cabeza al pobre de Juan, porque sin protección capilar el sol se vengó a gusto, pero eso fue por terquedad, no por descuido, que yo bien que le advertí, pon una gorra, que no está tu azotea para exposiciones temerarias. Ni caso. Pues yo quería hablar de este señor, que se me va la cabeza. Resulta que es un inglés jubilado que se vino a vivir con su mujer al pueblo vecino. Y claro, como si de una serie se tratara, se integró de tal manera que ahora es el hombre más feliz. Se relaciona con todo el mundo, saluda a todo el que pasa. Parece ser que es músico y se pasa parte del tiempo tocando la guitarra bajo los soportales, cantando bajito. También juega al ajedrez con todo el que, en la placita dónde sienta sus reales, se quiere acercar a jugar con él. Pero no debe de ser un bohemio, porque se compró un piso, que no se trajo una roulotte ni se instaló debajo de un puente, que mal se lo vería yo, porque muchos puentes por aquí no hay, excepto el de las Letras gallegas que siempre pasan mi hermana y sus hijas en mi casa, salvo si cae en fin de semana. De la historia de este buen señor no sé nada, porque todavía no me documenté, pero me la imagino sin conocerla. Viene de una ciudad como Liverpool, que suena a Beatles, de ahí su afición a la música. Trabajaba en una fábrica apestosa y cuando pudo dejar esa vida decidió huir a un lugar lejos de su país, a uno dónde el clima fuese parecido pero no tan crudo. Su elección tenía que ser Galicia, por supuesto, con una humedad y una luz parecidas a las de su hogar, pero con un clima más suave y una gente menos fría, igual de ruda pero con una calidez que hace que se forjen amistades de verdad. Conoció la "muy noble y muy leal" en un viaje con su mujer hace años. Paseando por sus calles decidió que bajo sus arcos tenía que pasar sus años de retiro y en cuanto pudo, vendió todo lo que tenía y se vino. Pasa muchas horas paseando, disfrutando del olor a mar, conociendo a sus vecinos, convirtiendo el pueblo en su hogar. Si hasta forma parte de una agrupación pequeña de músicos en los que tocan por el placer de hacerlo, de pasar la gorra, pasar un rato cantando y despues tomarse unas tazas y echarse unas risas. Yo lo vi ayer por primera vez, me lo enseñó Juan mientras nos quemábamos. Hace tiempo que nosotros estamos buscando un lugar para cuando nos jubilemos. Ya lo decidimos, un pequeño pueblo en Italia, dónde el clima sea suave, la luz brillante, dónde se pueda pasear por la calle sin que todo sea gris y húmedo alrededor. Dónde el idioma no sea un obstáculo y se puedan comer buenas verduras y sabrosos quesos. Allí si que estaremos integrados, le contesté yo a mi medio pomelo, porque para estar integrado, que la gente te sonría, que te abran sus casas y sus corazones, tienes que ser extranjero. Para que alguien pase un rato de su tiempo inventándose tu vida tienes que ser ajeno, con el vecino ni nos molestamos en darle los buenos días. Nos iremos a Italia, queremos tener un lugar en el que sentirnos en casa lejos de ella. Además siempre nos invadirá en mayo la familia.

martes, 30 de junio de 2009

Listas

De pequeñas, cuando nuestro color preferido coincide con el de nuestra mejor amiga, es la pera en almíbar, que por cierto, me salen buenísimas. De mayores, no es que no tengamos color preferido, que lo seguimos teniendo en nuestro interior, sino que según para qué tenemos un color u otro. Para decorar la casa escogemos el que mejor nos va con su estructura, su estilo o esas ventanas que nos entusiasman o miles de historias que todo el mundo conoce y que me aburre seguir poniendo ejemplos, vamos que quien me lee no es tonto y si lo es, pues no vuelve porque no entiende nada, porque soy consciente que a veces cuesta seguir el fluir de mi prosa. Con el vestir nos pasa lo mismo, hay colores que nos favorecen más y otros menos y aunque te encanta el color beis, que es inimaginable pensar que nadie pueda tener por color predilecto el beis, pues no lo usas porque te queda fatal. Porque esa es otra, a casi todos nos gusta el mismo color, el verde. Y si no el azul. El rojo a poca gente y el amarillo a menos. A mi el rojo me gusta en decoración para dar una nota de alegría. Tengo un sofá rojo, una pared roja y unas cajoneras también de ese mismo color, pero pocas prendas de vestir tengo de ese color, tuve un chaquetón y una gabardina pero ahora ya sólo tengo un jersey y por supuesto un pantalón. El azul es aburrido, de azul marino sólo visten los hombres y las timoratas. Distinto, es el brillante y favorecedor azul cobalto o algo así, porque de colores no entiendo nada, es más hay verdes que veo azules. Pero a lo que iba, que no era hablar de esto, pensaba hablar de preferencias o mejor dicho, de las listas de preferencias. En todos los foros de internet, siempre nos encontramos con posts abiertos en los que hay que nombrar tus diez novelas o películas o canciones o actores, según el tema de ese foro, preferidos. Yo la verdad, no suelo participar, porque ultimamente me aburren los foros, pero ese es otro tema y porque nunca consigo recordar cuales son mis diez preferidos, y si no lo recuerdo es porque no los tengo, digo yo. Diez es mucho. Como mucho dos. Pero pasa como con todo, a lo largo de la vida vamos cambiando nuestras preferencias y nuestros gustos, si no ¿por qué se cambia tanto de pareja, de trabajo o de casa? No nos pongamos trágicos y hablemos de despidos, cuernos o desahucios que hoy quiero estar relajada y pensar que los acontecimientos de la vida dependen únicamente de nuestras elecciones. Pues eso. Mis comidas preferidas de niña eran caldo gallego y patatas rellenas de carne. Hoy ya no, prefiero las ensaladas y el queso. Hubo un tiempo en que mis pelis eran "2001" y "Gilda" pero antes lo fue Casablanca y más tarde Blade Runner y hoy, creo que no tengo pelis preferidas. Lo mismo sucede con los libros. Hay autores que me entusiasmaron en una época, pero hoy no volvería a leer, no porque no me gusten, sino porque me gustan más otros, pero si algo es tu preferido eso quiere decir que te gusta más que los demás. Eso me sucede con "Cien años de soledad" La leí no se cuantas veces, porque durante varios años la leía todos los veranos. El otro día hablando de esto con mi sobrina La Mayor, le decía que si sólo pudiese leer un libro el resto de mi vida, sería éste, porque jamás me aburriría. Con las canciones es diferente. No estoy hablando ni de tipo de música, ni de tipo de literatura, sino que me remito a lo dicho, hablo del top diez, aunque en mi caso sería top dos o como mucho cinco. Pues eso, que me marcho de paseo y no "doy vuelto", las canciones. Estoy firmemente convencida que aunque digas que tu canción preferida es el aria más rebuscada de ópera que te puedas imaginar, porque eres muy listo e intelectualmente te entusiasma, eso no es verdad sino te la pones a cantar en cuanto la oyes. Las canciones de tu vida son esas que interiorizas de tal manera que en cuanto la oyes la tienes que cantar, estés dónde estés por lo bajini o en alto, pero las cantas. A mi eso me pasa, que recuerde, con dos canciones, con "Imagine" de John Lennon y con la "Chica de ayer" de Antonio Vega. No se si son mis canciones preferidas o no, pero las canto siempre. Lo más triste de todo es que no me pasa sólo con estas dos canciones, ahora que lo pienso, si no también con "Como una ola" de La Jurado. ¿Eso quiere decir que es una de mis preferidas? ¿Que la tengo interiorizada? Alien, no es una de mis pelis, pero la verdad, empiezo a saber lo que se siente cuando algún ser incontrolable late en tu interior.

miércoles, 17 de junio de 2009

A través del espejo


"Morrinche" le dijo una madre a su hija cuando una mañana, mientras ésta le ayudaba a vestirse, se vio los pies hinchados y amoratados. A la semana fue el entierro. Desde ese día, las hijas de esta buena señora se vigilan los pies al levantarse, por si hay que empezar a organizar el velatorio. Influenciado el subconsciente de una oyente de esta historia, la buena mujer se pasó toda la noche soñando que ese día se tenía que morir. Como Amaranta esperando la muerte, ella esperaba a su vecina que iba a ser su "matachina" y mientras curiosea por la ventana para ver toda la gente que llega para la "vela". La espera empieza a ser vergonzosa, porque tarda tanto que hace que todo el mundo desee que se muera de una vez, por lo que le dice a su propia hija que le de pequeños golpes con el hacha en la nuca para ver si así van adelantando el trabajo. Esto fue un sueño, pero no lo es cuando recorre el largo pasillo de casa con su madre del brazo, una madre completamente perdida que reniega de la mujer de enfrente porque le impide seguir recorrriendo el otro pasillo que se le presenta ante sus ojos, y que, aunque su hija le intenta explicar que es el espejo, la anciana sigue intentándolo todos los días. Sueño lo era también el que una solterona virgen soñase con que tenía un romance con El Pájaro Espino, pero la pesadilla era la realidad, cuando despertaba en el momento en que se iba a consumar el acto sexual. Cuantas vidas diferentes, vidas cruzadas en mis tertulias mañaneras, dónde me entero de infinidad de historias que trato de memorizar, pero como temo olvidarme ahora llevo un cuadernito en el que apunto alguna palabra clave que me haga recordarlas cuando llego a casa. Pero claro, me empiezan a mirar mal. El truco para estas reuniones es participar, no sólo estar escuchando y escribiendo. Pero ahora ya lo hago. El problema es que me miran como si estuviese un poco loca y la verdad es que a lo mejor pueden tener algo de razón, que la extravagante sea yo y no ellas. Les cuento mis avatares con los gatos, el loro o los problemas con mi hamaca nueva, que ya puestos, pues lo voy a contar aquí. Resulta que yo voy a la playa como toda buena habitante de pueblo de costa, en cuanto hace calor y brilla el sol. En la playa suelo hacer dos cosas. Pasear y leer. Todo eso es normal, pero no lo es tanto hacerlo a la vez. Lo mejor del mundo es pasear por la orilla mojándote los pies mientras lees. Si aprieta el calor, de los pies pasas a las rodillas y aun recuerdo aquel verano de hace tres años en que el agua estaba muy buena y hacía tanto calor, que paseaba con el agua por la cintura, mientras leía, claro. Tengo un grave problema. Necesito gafas de cerca para ver de un ojo, los años no perdonan. Pero soy miope y las progresivas no las llevo a la playa porque se rayan y son muy caras. Por lo que ando con dos pares de gafas, las ahumadas de lejos colgadas del bikini y las de cerca en la nariz, claro. Pero tanta luz me molesta para leer. Así que acabo de encargar unas gafas de cerca ahumadas, por lo que mis problemas de deslumbramiento se van a acabar. Con lo cual no se yo si el concepto de ahorro será muy acertado, porque al final manejo seis pares de gafas. Las progresivas, las de sol de salir, las de sol de playa (las de la calle de antes pero como estaban rayadas quedaron para la playa y me hice unas nuevas), las de cerca ahumadas y las de cerca de cama. Claro hay que contar las lentillas para cuando me apetece y las de sol para las lentillas. Pero no siempre estoy paseando, para eso tiene que haber muy poca gente en la playa porque si no chocas con los bañistas o tropiezas con una piedra y te queda un dedo tan negro que tienes que ir a urgencias y explicarle a un médico asombrado como te diste tamaño golpe. Aunque siempre voy a una playa bastante despoblada, a veces también me canso de pasear y me tumbo a leer. La arena es incómoda, por lo que decidí comprarme una hamaca, que no sea muy pesada porque aunque voy en coche después hay que bajar un camino lleno de maleza y de serpientes, esa debe ser la razón de que vaya poca gente a esa playa. Es preciosa, la hamaca. Verde Marujita y con tejadillo. Preciosa y un poco cantosa, pero lo malo que tiene es que es incomodísima. Desde que la uso termino con unos dolores de espalda horrorosos; además de que es muy dura es toda ella curvada, pero las curvas no coinciden con las mi cuerpo, por lo que en la espalda me queda un hueco que tengo que rellenar con la ropa y si me tumbo boca abajo me aplasta todo lo aplastable, pero con saña. Lo de la hamaca no resultó y voy a dejar de llevarla, pero mis contertulias ya estaban dispuestas a organizar una excursión a mi playa para ver esa joya para tomar el sol. Aunque pienso que también les atrajo un poco el hecho que aunque mi playa no sea oficialmente nudista, si es una playa bastante libertaria y convivimos perfectamente nudistas, seminudistas, textiles y lectores andariegos sin ningún problema. Y quien sabe, hasta pueden pensar que, como toda la vida los que pasearon leyendo fueron los curas, al que van a encontrar paseando por la playa y sin ropa sea al Padre Casares...

miércoles, 3 de junio de 2009

Cafés

No sé si será debido a la vida retirada que llevo, que cada vez que pienso en ella me doy cuenta que se parece mucho a una serie. Pero no a una telenovela, porque ni vivo en una hacienda con jornaleros a caballo, que me encanta la palabra jornaleros, no porque trabajen a jornal, que supongo que será su origen, pero no pienso mirar en el diccionario de la rae, que no me apetece nada, si no por lo que me sugiere. Es decir, hombres aguerridos y sudorosos pero limpios, porque el sudor, en caso contrario, pasaría a ser pestilencia, que se dedican a ir de unas tierras a otras porque son aventureros, o porque huyen de un amor desgraciado y se van en su caballo como el Virginiano o Trampas. Pues no, mi vida no es así, por lo que no me refiero a una serie de esas, que por otro lado no me gustan nada. No, mi serie es de otro tipo. Veamos. Ahora suelo ir por las mañanas a tomar un café o un té verde, según me apetezca, a una pastelería con mesas frecuentada por un grupo de mujeres. Un grupo variopinto, que es lo que me atrae de esta reunión. Están hasta las once y pico de la mañana, pero la hora a la que llegan no la sé, porque yo suelo ir a eso de las diez y media. Las edades van desde la treintena hasta alguna que estará en los setenta. Son mujeres de distintos niveles económicos, culturales y sociales. Van amas de casa, trabajadoras de la conservera de la zona, alguna mariscadora, maestras y sabe dios que más porque yo no las conozco mucho y no me voy a poner a preguntar. De algunas no sé ni los nombres. No hay un número fijo. Entre ellas tengo a una amiga, que es asidua y por la que yo empecé a frecuentar la tertulia. Pero lo que yo al principio juzgaba como un marujeo infumable, y por nada del mundo voy a esas reuniones banales, qué forma de perder el tiempo, hoy considero que son de lo más educativo. No creo que ellas se lo planteen así, pero yo sí y ya está. Lo más curioso es que son mujeres como tantas otras que vemos por la calle, pero si indagas un poco te das cuenta que cada una tiene su historia y como ya tienen una edad, cada una tiene su tragedia particular aunque a simple vista no lo notes. Una de ellas tiene una hija con síndrome de Down, una mujer sin formación académica de ningún tipo, ya que, como era costumbre hace años, en su casa sólo fueron al instituto los varones, pero a la que la vida la ha hecho espabilar y hoy la ves una mujer resuelta, que sabe moverse para tratar de darle lo mejor a su hija deficiente. Otra de ellas tiene a su madre con Alzheimer y ella la cuida. Una mujer que vivió una vida regalada, que estudió en los mejores colegios, educada en el extranjero, con un matrimonio provechoso y que por avatares de la fortuna terminó trabajando en Canarias y volviendo a su casa a cuidar a su madre. Otra de ellas acaba de pasar por un cáncer mutilador. Las hay más simpáticas y parlanchinas o más sosas, hay de todo. Con algunas te ríes por su ingenio y con otras procuras no sentarte a su lado porque te va a dar la mañana con sus pesadeces. A esa hora nadie habla de problemas. Desayunan, se charla de moda, de cocina o de las noticas de la tele. Naturalmente, hay conversaciones cruzadas. Hay días que no, que una cuenta lo mal que está esta temporada, que se le cae el mundo encima o que se le acerca la revisión del médico y está asustada. Por supuesto, también se critica. Que si una de ellas es lesbiana, que a la otra le pone los cuernos el marido, que si dicen que la otra gasta más de lo que ingresa. Y de los maridos, porque casi todas son casadas, también se despachan a gusto, sobre todo cayendo en los lugares comunes de siempre. Lo que las une es algo tan sencillo como que viven en el mismo pueblo, son mujeres y pueden disponer de un rato para acercarse a desayunar algunas, otras a tomar el café de media mañana o a pasar un ratito sencillamente. Las hay que visten de chandal y deportivas, porque viene de dar su paseo matinal, hay otras que van de punta en blanco porque van al instituto a dar sus clases y alguna que otra de uniforme porque es chófer de un autobús escolar. La mesa en torno a la que se reunen es redonda, pequeña, como para cuatro personas, pero según se llega se van arrimando sillas y caben tropecientas mil. A veces ocupas el sitio que deja otra que ya se va. Lo mejor de todo, es que no es "obligatorio" ir, es decir, que vas si te apetece o te viene bien, en el momento que quieras llegas o te vas, sin tener que quedar con nadie. Creo que se haría una serie magnífica. Por ejemplo dos protagonistas, por supuesto mi amiga y yo, dos secundarias, mis dos más conocidas, es decir, las dos más amigas de mi amiga y el resto personajes de relleno, pero que cada día una de ellas fuese el tema del capítulo del día. Vamos, que menuda serie. Como la otra que también vivo. El día de la Pandilla. Normalmente suelo ir una vez a la semana, que no siempre es así porque las cosas a veces se complican, a comer con mi hermana, mi madre y mi sobrina conocida aquí como Caaal. Somos tres generaciones comiendo siempre en el mismo sitio. tenemos cuasi mesa propia y lugares asignados, es decir, que nos sentamos siempre en las misma sillas. En las comidas se discute, se ríe, se comenta, se manda callar a Caaal, se le grita a mi madre que es dura de oído y no se entera de la mitad de las conversaciones... Solemos rematar la jornada con compras, casi siempre de ropa. Pues también sería una buena serie, es más, Caaal y yo hasta tenemos buscado las actrices. Alguna que otra vez hemos tenido invitadas, bien a comer o a tomar café, pero generalmente vamos las cuatro. De nuevo ya está ahí la serie. Cada jornada sería un episodio, se desarrollaría durante la comida en que se comería, pero de verdad, es más no quedaría nada en el plato (como no queda nunca) Hasta el dueño del local sería un personaje, el único hombre que hablaría. No es por nada, pero creo que soy una fuente de recursos para cualquier productora. Lo que no entiendo es a lo que están esperando, porque todavía tengo mas series escondidas en mi vida. Mi vida vecinal en el rural, la relación con mis gatos callejeros... tengo vivencias para varias series. ¿Seré rarita o es que, en realidad, si te decides a contarla cualquier vida puede ser tan digna de interés como para merecer una serie? De lo que me estoy dando cuenta, que mi vida ultimamente de retirada tiene muy poco, porque también tengo una playa peculiar a la que suelo ir y en la que también estoy haciendo amistades. Pero todo esto, viene al caso porque quería contar algo que me impactó en la conversación que tuvimos hoy en la hora del café matinal, pero como creo que esto se va a alargar demasiado la dejaré para otro día, vamos, que como en las mejores series, va a aparecer de un momento a otro el cartelito de "continuará..."

martes, 26 de mayo de 2009

Aconteceres


La de cosas que me están pasando ultimamente, de verdad, ni que viviese en Nueva York. Ántes de nada decir que mi casa es una "casa tomada". Pero nosotros a diferencia de Cortázar, sabemos quien nos la tomó. La lora, que tiene por jaula un palacio, todo hay que decirlo, se apropió del cuarto de baño de nuestro dormitorio. Allí tiene su nido, los comederos y una jaula pequeña para las deposiciones. Pero es un espíritu aventurero y se dedica a explorar la bañera y todos los elementos del baño, es decir, a tirar todo lo que encuentra por el medio. Cuando nos trasladamos a esta casa, yo me valí del feng sui para ubicar cada objeto, útil o decorativo de necesidad o vano, pero todo estaba en su sitio exacto. Podía parecer absurdo a los neófitos, pero todo estaba muy pensado. Pero con la lora todo se vino abajo, en el sentido literal del término.Acabé por retirar casi todo de su alcance. Al principio pasaba unas horas en el baño, en plena libertad, para volar, andar o trepar. Pero desde la última vez que estuvo malita ya duerme allí también, porque sí, pobre, que le encanta pasar la noche en su nido. Que quede claro que el cuarto de baño es grande, luminoso y ventilado, con orientación al sur, por lo que es soleado. Lo de la distribución de la casa y el feng sui lo tuve más complicado, pero ese es otro tema, que me alargo y me pierdo, caramba. A lo que iba.Yo había mandado hacer en el baño un mesado para el lavabo y todas esas cosas, es decir, que si las colonias, jabones...todo eso que está en el baño, lo que usa todo el mundo y hay en todas las casas. Pues no, ahora no hay nada, porque la desgraciada o lo rompía o se lo comía. Por dos veces tuve que llamar al veterinario, una vez por una botella de colonia y otra por limpiacristales. En la parte de abajo tenía unas cajoneras bien monas de ikea y una cortina ad hoc en el medio. Por la cortina escalaba y le hacía agujeros y las cajoneras, de dos colores con sus tintes naturales, las va pelando. Tenía dos opciones. Confinar al loro en su jaula o hacer unas puertas, de cristal, por supuesto, ya que de madera tendrían el mismo final que aquel baul que tenía bajo la ventana al que le abrío un boquete, por el que accedió, a la botella de colonia. Tenía otra opción, retorcerle el pescuezo, porque ya sé que algún asesino lo estará pensando, pero no, eso queda descartado...de momento. Bien, pues eso, que encargo las puertas de cristal. Por dos veces especifiqué cuales deberían ser transparentes y cuales traslúcidas. Pues como es natural las trajeron confundidas. Como yo ahora soy otra y practico la asertividad, para nada me voy a quedar con ellas cambiadas, como hubiera hecho antes. Pero como al mismo tiempo me da no sé qué, busqué una solución intermedia y me quedaré con todas traslúcidas. La verdad es que así no se me verá la cajonera astillada. Pero otra vez me pasó lo que tenía que pasarme, es decir, un suceso extraño. Si dos señores vienen a colocarte unas puertas lo lógico es que coloquen las puertas y ya está. Pues no, aquí nunca sucede todo de forma sencilla. Me hicieron un interrogatorio pero en muchos grados, no sólo de tercero, que nunca entendí lo del tercer grado, que alguien me lo explique pues ahora no tengo ganas de ponerme a buscar, porque me lío y entonces no acabo más. Qué si de dónde éramos, a qué se dedicaba mi marido y de repente aquello se empezó a tornar surrealista. "Y esos retratos que hay por ahí, quien los pintó?" Me pregunta lleno de curiosidad. De repente recordé que en el sitio dónde estaba colocando el espejo, el día que vino a tomar las medidas había una estantería baja y un dibujo de un desnudo, un apunte a sanguina de un cuerpo si cabeza. Y antes de que hiciese la pregunta que me estaba temiendo, decidí hacer mutis por el foro y dejar de vigilar a semejantes espíritus curiosos. Yo creo que hice bien, lo de retirarme. Pero esto sucedió hoy, nada comparable con lo acontecido ayer. Un coche vivo, eso era mi Audi 90 de veinte años de edad. Que achacoso como está, de repente era como un brioso corcel o como un galgo joven dispuesto a correr los cien metros vallas, por lo menos. Pero pobre, claro la edad no perdona, que no fue capaz de saltar la valla y se tragó el portón de entrada, por aquí denominado cancelo, que cierra mi propiedad. Ya sé, que el freno de mano hay que ponerlo, sobre todo en cuesta, si dejas el coche abandonado, pero la edad tampoco me perdona a mi. Y ¿como se detiene tal fogosidad? Por supuesto no agarrándolo por el espejo, como traté de hacer yo. No sirvió de nada, ni por las ventanillas, ni por ningún sitio podía yo agarrarlo. Cuando saltaron las sujecciones del susodicho cancelo, pues no tuve más remedio que lanzarme a la deseperada, porque ya se iba a empotrar contra la fachada de la casa. Abrí la puerta y me lancé en plancha en el interior del coche y con un golpe certero conseguí subir el freno de mano. Y, ¿cómo le cuentas a tu pareja el desastre o a la del seguro, cuando sabes que nada va a cubrir semejante desfeita? Juan dice que me va a hacer una póliza de responsabilidad civil y la del seguro que nunca oyó una historia siniestrosa tal. Ah, por cierto, no, no soy yo, que quede clarito.

viernes, 22 de mayo de 2009

Electrodomesticos

No es porque yo sea aficionada a la ciencia ficción, que lo soy y a mucha honra, sino porque hay que contar las cosas como son y no huir de la realidad. Pues la realidad es que en mi casa se está produciendo una rebelión. Los electrodomésticos. En mi vida independiente, es decir desde que salí de la casa de mis padres hace ya muchos años, tantos que prefiero no recordar cuantos para que no me de un ataque de pánico, hubo muchos cambios en mi vida. En el transcurso de estas décadas, la verdad es que fuimos un poco destructivos. Estamos en la cuarta casa; las otras que conste que no rompieron, a una de ellas se le cayó el tejado, pero nosotros no adoptamos a las termitas que se comieron las vigas, por lo que no somos responsables. También vamos por el cuarto sofá y por el quinto colchón. Lo de los colchones es muy gracioso. Dicen que hay que cambiarlo cada diez años, pues es mentira. Es como todos las estadísticas, hay quien cumple las bodas de oro en el mismo colchón y por el contrario quien todavía no llegó a las de plata y lleva cinco. Lo que no sé es por que nunca me toca la parte del ahorro, porque son carísimos y como son cada vez mas grandes las parejas se distancian más, porque vamos, ¿quien se encuentra en un king size? Que es algo que nunca entenderé. Te vas de viaje romántico con tu pareja, reservas en un hotel de lujo, con unos albornoces que no deseas ponerte otra cosa en todo el fin de semana, con una ducha que te hace pensar en todo menos en la higiene y resulta que la cama es descomunal. Que no tiene mucho sentido, la verdad, que te pierdes entre tantos metros cuadrados de edredones y almohadas y cuando te das cuenta estás estornudando, porque eres alérgico a la pluma, que en tu casa usas el nórdico acrícilo por algo. Los coches, ahora toca los coches. Siempre nos duraron bastante, pero no es por otra cosa que por falta de dinero, que si por mi fuera, el que tengo ahora volaría hacia la luna sin necesidad de la NASA, porque por la antigüedad lo pudo utilizar Julio Verne para su Viaje a la Luna. Al que añoro es a mi pandita rojo, con aquellos asientos de golf que, como eran grandes, no se podían mover porque estaban soldados, con el techo solar que tenía goteras. No se porque Juan se empeñó en que tenía que deshacerme de él, porque al fin y al cabo yo ya estaba acostumbrada a que no frenase y bueno, algo tendrá que ver que mi calle se llame A Costa, para que la gente temblara cuando subía a él. A lo largo de todos estos años, hubo muchos bienes de consumo que necesitamos reponer. Cocinas, por ejemplo, creo que llevo tres, más la de algún piso alquilado. Es verdad, ya no recordaba aquella que cada vez que la encendías te cogías un colocón de mucho cuidado. Por el gas, perdía gas y por supuesto era peligrosa. Me compré otra con el horno eléctrico. Fue mi primer horno eléctrico y una trampa mortal para aquel pobre ratoncillo que vivió con nosotros seis meses. No voy a contar lo que le pasó, porque me alargaría mucho, pero nosotros no fuimos culpables de nada. Por cierto, en uno de los sofás que cambiamos había hecho un nido, justo en el sitio dónde me sentaba yo. Y las cafeteras, tropecientas debemos llevar. Cierto que como mínimo hago dos cafeteras al día, porque sí, porque me gusta el café y me gusta recién hecho. Conocí a un señor que estaba internado en un psiquiátrico, cuando los sanatorios mentales eran manicomios. Bueno, yo no lo conocí, pero qué más da, me lo contó una señora que iba a ver a otra y el buen hombre le dio un sabio consejo: tómese siempre el café recién hecho y muy caliente, que yo estoy aquí por haberme tomado un café tibio. Pues por lo que pueda pasar yo le hago caso. Sin embargo, mira, la tostadora tiene como unos diez años y ahí está ella, tan guapetona como al principio. Sin embargo el otro día me dio un susto y la reemplacé. Pero la nueva que compré, será porque me costó diez €, ya está fallando, que al segundo tostamiento se atascó y al tercero le cayó uno de los filamentos de tostar. Pero yo quería hablar de la rebelión de los electrodomésticos en mi casa, lo que no sé es por que quería contar eso, ni a que me podía referir cuando escribí semejante tontería. ¿Será que el café de esta mañana no estaba lo caliente que debería?

miércoles, 13 de mayo de 2009

Preparacion para la vejez

Si no nos morimos jóvenes, llegaremos a viejos, eso lo sabe todo el mundo aunque a veces parece que se nos olvida o lo desconocemos. Es normal que de niño ni lo pienses, de adolescente ni te lo plantees, porque a esa edad no piensas y haces bien, pero cuando ya se remonta la veintena es ahí cuando hay que comenzar a mirar el futuro y cuando se llega a los treinta es ineludible pensar en la próximas etapas de la vida. Soy de las que pienso que hay que quemar todas las naves. Por lo cual, antes de los treinta hay que tener el mayor número de novios posible, comer todo lo comestible, viajar por dos duros y alojarse en cualquier sitio o no alojarse, es decir, disfrutar de todo lo que la vida ofrece, sea mucho, poco, feo o indigesto. A partir de la edad citada ya hay que plantearse las cosas de otra manera. Hay que pensar si quieres ser independiente o vas a vivir toda la vida de tus padres, si éstos pueden mantenerte, o de los abuelos o de cualquier idiota que se preste a ello. Hay que pensar también en los hijos, si los vas a tener, si los vas a educar para que sean buenos chicos y te cuiden, si van a ser buenas personas o unos zánganos egoistas, como a lo mejor eres tú . Pero sobre todo hay que pensar en nuestro físico futuro. Para ello lo primero y principal son los genes. Antes de nacer es fundamental escoger bien a los progenitores. Si no quieres ser calvo, mira bien el pelo de tu padre, porque aunque dicen que la calvicie se hereda por vía materna, yo no me fiaría mucho, siempre hay hermanos con pelo y otros con un pelo, por lo que no me expondría. Eso que dicen los machistas, que una mujer acaba teniendo el culo de su madre, pues créetelo pero para mal, porque si tienes un culo gordo a los treinta, a los cincuenta no vas a tener el de talla treinta y ocho de tu madre, que se conservó lo suficientemente bien como para poder disfrazarse de torero en un centro de la tercera edad y que los viejos le dijeran oléeee o lo que se diga en los toros, que soy antitaurina y no voy a tan salvajes espectáculos. Pues eso, despues de decidir quienes van a ser tus padres, hay que pensar como vas a tratar ese cuerpo que heredaste. No voy a hablar aquí de temas de salud porque no soy el presentador de la tele, ese de la mañana (yo no miré bien mis genes y acabé con la memoria de mi madre); pero sí de lo que podemos hacer o no para tener una ancianidad digna y glamurosa. Fumar. Todo el mundo sabe lo malo que es, pero nada se dice de lo poco atractivo que es para los no fumadores. Se huele muy mal cuando se fuma. Pero mal, mal. Peor que un huevo podrido. Es tan asqueroso el olor que queda en el pelo o en el aliento, que por mucho chanel nº5 que te pongas para meterte en la cama, ningún no fumador querrá dormir contigo. Yo eso no me lo creía cuando fumaba, que se oliese tan mal; además todos los chicos de mi generación fumaban, por lo cual nunca tuve rechazos por eso, ni por otras cosas, que quede claro, pero hoy en día que la gente tiene costumbres más sanas, habrá que pensar en dejar de fumar si eres fumador y si no lo eres pensar que lo tienes más fácil que los adictos a la nicotina. Además, como en algún momento de la vida vas a tener que dejarlo, no esperes a tener los dientes amarillos y voz de cazalla. La alimentación es otra cuestión peliaguda. Si seguiste mis instrucciones en cuanto a los genes y te quedaste con unos padres que se inflan a comida basura y no engordan, pues hiciste muy mal, porque si eso es así es o porque fuman o porque son bulímicos, con lo que demostraste prestar poca atención a la capacidad intelectual de tus progenitores. Las guarrerías comestibles solo deben gustar hasta los veinte. A partir de ahí que las sigas engullendo demuestra que tienes mal gusto y que te vas a poner como una foca a la larga, por eso de la memoria histórica de las células (del colesterol y otras lindezas ya dije que no voy a hablar). Otro asunto, los viajes. Conocí a un señor que sólo viajaba a lo que se consideraba destinos exóticos en aquellos tiempos, como Kenia, La India y sitios así. Decía que dejaba Europa y España para cuando se jubilara. Pues muy mal, porque ese señor se quedó pronto ciego y sí, fue a Tanzania pero no conoció Lisboa ni París, ni siquiera La Toja. Hay que llegar a viejo viajado. Europa es obligatoria antes de la cuarentena, el exotismo queda para la decrepitud, cuando necesitas experiencias más fuertes y mira, mejor haber estado en el Louvre que haber ido a los Mares del Sur, que para eso ya tenemos a Salgari, que aunque nunca fue, los describe muy bien. Y por fin la lectura. A Proust, Galdós, Tolstoi o el primer Torrente Ballester, hay que leerlo antes de la treintena, porque después las neuronas están cansadas y no soportan tanta densidad literaria. Creo que con estos sencillas instrucciones será fácil llegar a la cincuentena con el cuerpo y el espíritu en el mejor estado, porque si no lo que queda es escribir en un blog dando sabios consejos .

Esmeraldo


Esme, de nombre completo Esmeraldo, es un gato semicallejero (el semi se debe a mi) con la vida plácida de todos los gatos jóvenes que habitan mi patio. Todavía no tiene un año, pero ya es un gato grande, creo que lo será todavía más que su tío Barrabás. Es hijo de Dulcinea, el único superviviente de las camadas de esta gata tímida y mansa. Su hermana Ambar desapareció un buen día, cuando no llegaba a los tres meses. El pobre Casper, medio hermanao de los anteriores, pereció en un accidente de tráfico cuando ya había sido colocado en un buen hogar. Cuando consideró oportuno Dulcinea, trasladó su progenie desde la huerta, que fue donde nació, hasta el patio. Para que nos ubiquemos , la huerta está a nivel del primer piso, mientras que el patio está a nivel del bajo. A partir de este momento comenzó el destete propiamente dicho, es decir, mandó a la porra a sus hijos y se lanzó a la vida alegre, que ya bastante atada había estado mes y medio. En este árduo proceso la pobre de Ambar, preciosa gata tricolor, pero muy oscura con pelos salpicados del color de su nombre, pasó a mejor vida. Desapareció sin dejar rastro. Nunca supe lo que sucedió, pero un buen día ya no estaba. El que sí seguía en el patio era Esme. Cuando su madre venía por aquí el pobre gatito se le acercaba y mamaba con fruición lo que podía, porque aunque el animalito ya comía, seguía necesitado de leche y cariño materno. Pero la gata, consumida por ardores uterinos ajenos a la maternidad, ni caso le hacía. Pero mientras tanto otra de las gatas, Soraya, tuvo dos raquíticas criaturas en algún lugar ajeno a mis dominios, pero una mañana de verano se presentó llena de orgullo con ellas. Las dejó por ahí, porque Soraya la verdad, es que siempre fue una madre muy descuidada. Los criaturitas, que nunca llegaron a tener nombre, porque tras la desaparición de Ambar y Melisa, hermana de Vera esta última, decidí no bautizarlos hasta los tres meses de vida, estaban completamente desnutridos, pero no quiero extenderme porque esta no es la historia de estos gatitos, sino la de Esme. El pobre gato abandonado, que por avatares del capricho de la genética es igualito a Soraya, con la que no comparte parentesco alguno conocido por vía materna, que en la naturaleza es la que define la genealogía, decide unirse a la camada de la gata. Esme ya lo había intentado anteriormente con la madre de Vera, gatita de su misma edad e hija de Touquela, que recibe el nombre de su primera dueña humana, pero la gata, una máquina de engendrar y criar hijos lo miraba con mucha reticencia. En Soraya encontró buen acogimiento, es decir, siendo ésta tan despreocupada no puso ningún inconveniente en que Esme se arrimase a ella y a sus crías. Pero el pobre gato quería algo más que el calor y el jugueteo. Una tarde, ante mi asombro, observo como hacíendose el despistado, poco a poco se va metiendo entre las mamas de Soraya y como un hijo más, se engancha a la teta de la susodicha. Que se sepa que en la muerte de los gatitos no tuvo nada que ver Esmeraldo. Uno desaperareció un día y el otro lo encontré moribundo sin que diese tiempo de llevarlo al veterinario. No se convirtióen cuco ni nada por el estilo. Que yo sepa. Su vida siguió los caminos de un gato joven, olvidado por su madre, con una compañera de juegos, Vera, con la que jugar y dormir y con una madre adoptiva que llegado su momento también pasó de él. Pero he te aquí que esta primavera Dulcinea parió de nuevo y que sin querer relatar lo que sucedió, se quedó sin crías. La madre, llamaba a sus hijos con el maullido lastimero que usan las gatas para tal fin, pero no encontraba respuesta. ¿O sí? Esmeraldo comenzó a contestarle. Y despues de un año, el gatito olvidado recobró a su madre. Dulci se volcó en su hijo, lo limpiaba, lo lamía y yo juraría que hasta lo alimentaba. Esme se dejaba hacer, feliz de recobrar a su mamá despues de tan largo tiempo. Cuando la gata recobró su estabilidad hormonal, todo volvió a la normalidad. No sé por qué razón Esme me recuerda a Moncho, joven de camisa a cuadros del que hablé en otra entrada y a tantos otros buenos chicos que existen en la especie humana, siempre atentos y serviciales.

sábado, 2 de mayo de 2009

Negocios

Juan, anteriormente llamado Pomelo, y yo estamos pensando en montar un negocio. No sabemos muy bien con qué comerciaremos, pero estamos decididos a diversificar nuestra economía. En principio lo atenderé yo y todos los empleados que contrate, pero eso será después, cuando vaya muy bien. Estamos haciendo un estudio de mercado y un sondeo de opinión, es decir, "a mi me apetece...", pero de momento no nos hemos decidido por nada en concreto. Yo quiero una librería-café. Mira, si no vienen clientes por lo menos lees y te inflas a cafeína y bollos para matar la depresión. Ya tengo pensado en la manduca para acompañar los líquidos. Madalenas caseras(según la RAE se puede escribir con y sin g por si alguien no lo sabe) y bizcochos de jengibre y canela. Yo creo que es un negocio que podría prosperar; además, si no va bien, pues nos quedamos con las existencias y cerramos el chiringuito. También pensé que para no hacer mucha inversión, podríamos montar la librería "de viejo" con los libros que tenemos en casa, pero la idea no gustó mucho, es más, por la mirada que se me lanzó, más de una famosa, que demandan por nada, llevaría al que ya sería su exmarido a los tribunales. Yo no, que soy comprensiva y entiendo que cada uno tiene derecho a tener sus debilidades. Barajamos otras posibilidades. Un hotel de animales. Pero vamos a ver, si total alimento a cuanto gato hay por los alrededores, los llevo al veterinario, les administro anticoncepción y les pongo nombre, ¿por qué no ganar dinero con ello? No con estos gatos sin hogar, que pobres, nunca en mi casa les faltará un cacharro con pienso, pero sí con los perros y gatos mimados y gordos de la gente con mascota. La otra posiblidad es una hospedería rural. Reformaríamos nuestra casa para tal fin y nosotros pasaríamos a ocupar la casita (o cuberto) que también tenemos en nuestra propiedad. Pues no, que a este hombre nada le convence. Que si esos negocios aquí no dan, que si nadie lee, ¿por qué van a comprar libros? Y no se da cuenta que los comprarán porque si, porque se pone de moda, vamos, que lo pongo yo de moda en el pueblo como nada, hombre, que si quieren mis riquísimas muffins tendrán que adquirir un libro aunque sea de Pérez Reverte. Que lo lean o no, es asunto de ellos, que yo no me voy a meter en sus intimidades, pero comprar te digo que lo compran, Porque ¿acaso la gente no ve series? En toda serie que se precie hay una librería-café dónde la gente compra y se lleva su libro debajo del brazo y su café en su envase con tapita. Y se come las madalenas en plan guarrillo, a pellizcos. Y dejan los desayunos a medio comer. Que es algo que me saca de quicio, horas haciendo tortitas y jarras de zumo para que el niño se vaya con un plátano en la mano, el padre se beba un café y la idiota de la hija mayor diga que sólo quiere cereales. Que se me cae la baba viendo esos desayunos. Es como la historia de los bares. Veamos, serie tipo Doctor en Alaska, Mareas Vivas o la reciente Doctor Mateo. Un ser antisocial, sea hombre, mujer, médico, juez, psquiatra, tiene que ser una fuerza viva, porque si no no vale, anda ya no me acordaba de Men in Trees, tambien vale coach, bueno pues eso, que llega alguien al pueblo. Bien, pues esta persona que odia a los lugareños y la situación que lo ha traído a la comunidad, lo primero que hace es instalar sus reales en el bar más concurrido de la localidad. Pero, si no quieres tratarte con nadie, que piensas que la gente de aquí no está a tu altura intelectual, por qué demonios te pasas el día en un bar dónde además van los tipos más absurdos que nunca se han visto, que además rotan de serie en serie, porque las personalidades paranoicas son muy parecidas, la guapa también la hay en todas partes y si la serie es gallega también un cura. Nosotros también fuimos habituales de un pub durante unos años. Ibamos los viernes por la noche. La cosa empezó porque yo fui a unas clases de baile de salón una temporada. Juan, por supuesto, no acudía, yo creo que por timidez, porque a él lo del tango siempre le llegó al corazón; pero me esperaba a la salida. Comíamos algo en el mismo sitio y nos íbamos a tomar unas copas, porque de aquella éramos jóvenes y fumábamos, bebíamos y ... fumábamos. En aquel pub cutre conocimos a alguna gente, no tan característica como la de las series, pero la verdad es que había de todo. Al principio quedábamos en una esquina, pero como el dueño del local estaba también hecho para una serie, pues empezó a hablarnos y a juntarnos con los habituales de la noche de los viernes, que eran cuatro o cinco, del estilo de la clientela de Cheers. Fue una buena época, de sábados con resaca y sueño. Juan hasta llegó a tener una partida de ajedrez en la barra y todo. Pero un día Cheers cerró y mi alegría se fue como dice el tango. Nos quedamos sin peña de los viernes, porque lo de trasladarnos a otro sitio no venía al caso, porque ni éramos amigos ni nos veíamos fuera de esa rutina.Ya se sabe, por falta de audiencia se acaban las series. Tuvimos síndrome de abstinencia una temporada pero como pronto nos trasladamos a vivir al campo, cambiamos de vida. Ahora yo también tengo serie propia. Me reúno todas las mañanas a tomar un café con un grupo de mujeres, pero esa es otra historia, porque tengo que hablar del asunto de forma más detallada, de esto y de otras cosa, porque la verdad que me estoy reformando y cada vez mi escritura resulta menos caótica, hombre que ni siquiera nombré el castigo infligido por algún o alguna envidiosa que leyó mi entrada anterior. Los zapatos morados hacen que me salga un bulto en el pie. No es un juanete, como me dijo la falsa de Volty, que los quiere para ella, sino un quiste en el tendón por el roce. Pero ya dije que no voy a hablar de ello ni de nada más que está un día estupendo y nos vamos a dar un paseo, anda que también podemos montar un negocio de visitas guiadas por los alrededores. Tenemos que tomar una decisión pronto, porque en estos tiempos que corren hay que ser práctico.

domingo, 5 de abril de 2009

Caprichos


La línea que separa las necesidades de los caprichos es tan estrecha que muchas veces no sabemos dónde empiezan unos y terminan las otras. Por cierto, en cuanto empecé esta frase todos sabíamos su final. A veces me pregunto, cómo tantas otras cosas, si no sería mucho mejor empezar a hablar o a escribir y decir "no sigo, que ya sabeis por dónde voy a salir". Y si no lo sabeis hay que estar más espabilados, que el mundo de hoy va muy rápido, que no sé yo si los movimientos de la tierra, en mis tiempos rotación y traslación, no se verán afectados por el cambio climático. Y digo en mis tiempos porque ahora está todo cambiado. El proceso empezó cuando mi hermana, que es un casi nada más joven que yo, empezó a llamarle al complemento directo, objeto directo. Pero bueno, le dije yo, quien te crees tú que eres para cambiarle el nombre a la sintaxis. Pero no, era así. Y ahora resulta que también están cambiados los nombres de los tiempos verbales, con lo cual al asilo intelectual me voy, porque desde que algunas preposiciones pasaron a ser adverbios, pues no, que desisto de entender esta realidad que me es tan ajena. Pero yo estaba hablando de otra cosa. Las necesidades y los caprichos. Pero hablar de lo necesario es muy aburrido, que ya se sabe, que hay que comprar botas para no mojarse los pies, no esas zapatillas que los jóvenes se empeñan en llevar en pleno invierno. Que en Galicia llueve, caramba, que se mojan los pies y después vienen las enfermedades urinarias que son tan molestas y dolorosas. Pues eso, hay que comprarse botas para la lluvia, sandalias para el estío, chanclas para la playa y zapatillas para casa. Pero hay una gran diferencia entre las botas y las chanclas del carrefour, Eroski o Hipercor, me es igual, que unas de Prada o Clarks o cualquiera de esas marcas que tanto le gustan a mucha gente frívola. Por cierto, para zapatillas de casa unas que se compró una nonagenaria que yo conozco, de terciopelo verde y con strass, sesenta euritos. Bien, qué sucede cuando uno está deprimido, por cualquier razón, me es igual que sea justificable o no la tristeza; pues que hay que animarse, a no ser que estemos hablando de una patología y para eso están los profesionales, que yo nunca trataría de usurpar territorios ajenos. Es entonces cuando los caprichos se convierten en necesidades. Hay muchas formas de animarse y no todas tienen porque ser caras, aunque la verdad, anima mucho más gastarte un pastón en ti misma que en la vuelta al cole de los niños, por ejemplo. Aunque nunca entendí muy bien eso de la vuelta al cole. Será que no tengo hijos, pero vamos, siempre me pregunté por qué hay que comprarlo todo junto. Que si el abrigo, el plumífero o lo que usen, las botas, la cartera, los bolígrafos. En octubre no hace frío, por lo que no hay que comprar ni el abrigo ni las botas; además, si total a los quince años van a empezar con la tontería de las zapatillas de lona, que empiecen ya a los cinco a endurecer su vejiga, digo yo. Pero estoy simplificando el tema de los colegiales y además es que no me importa nada. Ay, de verdad que escribir una entrada de forma coherente se me hace cada vez mas difícil. A lo que íbamos: los caprichos. Hay varios tipos. Los monetarios, uséase los que dependen de la cartera. Estos son los más complicados, porque tiene que estar llena y la cuenta corriente solo se engrosa trabajando, a no ser que heredes, pero para eso tiene que morirse alguien y de estos ritos ya hablaremos otro día, porque me niego a liar esto más de lo que ya está. Cuando uno tiene que ganarse el dinero cuesta más despilfarrarlo, pero aun así es maravilloso poder comprarse esos zapatos rojos de tacón de aguja y corte salón que todo pervertido sexual tiene en su imaginación y porque no, que toda mujer debe tener en el fondo de su armario, que no es lo mismo que el fondo de armario del que hoy no toca hablar. Hay más caprichos monetarios que los zapatos o la ropa, depende del gusto de cada cual. Puede ser el último libro de Bernardo Atxaga, que se lo compró el Pomelo el otro día, aunque no estaba triste, un ordenador portátil o un Jaguar, eso depende del bolsillo de cada uno. Están también los triperos, es decir tarta de chocolate, callos con garbanzos o un bogavante con arroz. Cuestión de gustos. Pero como eso se está alargando mucho, voy a terminar. Solamente añadiré que los caprichos engordan, crean dependencias y arruinan familias. Pero ¿qué sería la vida sin los zapatos morados que tengo en el armario, sin la tableta de chocolate de la despensa o sin el mulato del dormitorio?
P.S. El mulato hizo la foto (y ya se que no es politicamente correcto)

jueves, 19 de marzo de 2009

Días tranquilos


La verdad que no hay por qué salir de casa para disfrutar de este puente maravilloso. El Pomelo (que sepa todo el mundo que me lee, es decir, muchíiisima gente, que me encantan los pomelos) y yo nos íbamos a ir de puente a Madrid a ver la exposición de Bacon. Como de costumbre, Volty encontró para ella y su apéndice unos billetes baratísimos, pero no se por qué será, que cuando fui a mirar los nuestros, resultaban fuera del alcance de cualquier persona sensata. Como ultimamente hemos decidido ahorrar para el porvenir, porque como dice mi sobrina la pequeña "hay que tener dinero para toda la vida, porque te puedes quedar en paro" (ya tiene destinada una cantidad para esa circunstancia), decidimos que no, que nos quedábamos en casita en el puente y que ya iríamos a la exposición cualquier otro fin de semana, si no enfermamos, no se nos cae la casa, se nos estropea el coche o se pica el loro. El puente dejó de ser puente, porque resulta que solo hay puente si se sale de viaje, pero hoy es San José, festivo y brilla el sol. Lo del santo me trae sin cuidado, porque ni me llamo Josefina, ni hay padres ya en mi vida, por lo que hoy es un festivo y punto, que se me está atragantando lo de San José, que no se por que el día del padre tiene que ser el de ese santo, que sólo fue padre de adopción, pero bueno, fue buen padre, porque se tragó lo de los ángeles sin rechistar. Con los problemas que tienen hoy tantas mujeres para conseguir embarazos, podrían traer ángeles del cielo para fecundarlas, aunque fuesen angelitos negros y no querubines sonrosados. Casi mejor, que lo de los querubines parece como si te fueses a convertir en una delincuente sexual, por lo menos. Aunque bueno, que si miras las ilustraciones de la Historia Sagrada,como se llamaban en mis tiempos aquella biblias infantiles y edulcoradas que nos regalaban cuando hacíamos la Primera Comunión, los Arcángeles estaban de muy buen ver y el que se Anunció a María era un arcángel, no un angelito del limbo. Pues a lo que iba, que yo de Angeles no soy muy entendida, aunque antiguamente creía que sólo había tres arcángeles, San Miguel, San Gabriel y San Rafael, resulta que no. Un día conocí a un chico en un chat que me explicó muchas cosas de los alados, pero como era tan pesado, el chico, pues no me leía todo lo que escribía por lo que no me enteré de mucho. También había en casa algún libro sobre el tema, porque durante una temporada estuvieron muy de moda...me estoy aburriendo soberanamente, con los ángeles, San José y aquel chico que se llamanba Azrael como el angel de la muerte. No se llamaba, era su nick, claro, porque yo no conozco a nadie que se llame así, aunque hoy en día que las madres ya no saben que nombre ponerle a sus hijos, todo es posible. Pero yo quería hoy hablar de los pequeños placeres de la vida. No fuimos de viaje ni estamos viendo pinturas en El Prado, pero yo estoy divinamente en mi casa. Resulta que en nuestra nueva vida de sensatez, llamamos a un hombre para que nos remozara un poco los exteriores antes del verano. Eso de aprovechar el fin de semana para ponernos como posesos a desbrozar y limpiar, de momento no va con nosotros, vamos que prácticos sí, pero seguimos siendo igual de vagos. Fueron dos días y medio de trabajo, aunque el medio te digo yo que le sobraba, porque tonta seré pero no tanto como para darme cuenta cuando se estira el tiempo, porque una leyó mucha novela de viajes en el tiempo y sabe de estirar y encoger el flujo temporal. Pues eso, que el señor vino a limpiar y nos dejó la huerta y la terraza preciosa de limpia y resplandeciente. Nos costó tanto como los billetes a Madrid, tanto no, pero casi. La verdad, si lo llegamos a pensar antes no nos hubiéramos dedicado a ser como la gente normal y ahora estaríamos, como señores, viendo esas caras tan feas que pinta Bacon, con perdón. Pero como el mal ya está hecho, yo estoy disfrutando del mal que deviene en bien y aquí me hallo. En mi terraza, con la supersombrilla abierta, el portatil en la mesa de jardín y yo como una escritora consumada disfrutando de la maravillosa vista sobre el mar y los árboles, de un pesado que ya los podía cortar que me tapan parte de las bateas, mientras tecleo estas frases. Estoy estupendamente instalada, con mi botella de agua con limón, a la que soy adicta, los teléfonos por si llama alguien y un libro de relatos de Connie Willis, del que ya me acabo de leer el primero. De lujo. De comer nada, que estoy a régimen porque ayer fui a la playa y me desbordaban las carnes. Por cierto hay tanto polen que tengo un paño de polvo a mi vera para limpiar el teclado de vez en cuando. Pues ya no digo nada más, que lo del wifi, la red local y todo eso es un chollo y casi voy a ver un capítulo de las múltiples series que me bajo. Aunque, limpiar sí, pero todavía no compramos la valla protectora a prueba de curiosos para instalarle al cierre, por lo que soy la atracción de mis vecinas, que en cualquier momento vendrán a asomarse a mirar, y me sentiré como un cuadro de Bacon, aunque eso si, más guapa.

viernes, 6 de marzo de 2009

Amigos

Cuando se llega a una edad provecta, como la mía, además de los inconvenientes que esto tiene (la mayoría a la vista, por desgracia), puedes rebobinar, quien tenga buena memoria que no es mi caso, y ver tu vida como en el cine. Cuanto mayor eres, más episodios para rememorar o más temas sobre los que reflexionar. Una cuasi centenaria me decía que como ve mal y no puede ver la tele ni leer, pasa revista a distintos episodios de su vida, que además los recuerda con una enorme precisión, dice; yo digo que lo que no recuerda lo inventa. Un día le toca a un pretendiente, otro día a cuando era estudiante e iba al teatro con su mejor amiga, o cuando en su etapa laboral estuvo destinada en distintos pueblos...Y así se pasa muchas momentos que si no, le resultarían aburridos. Bien, pues yo he decidido que voy a hacer lo mismo, pero de otra manera, algo más ambiguo, que me permite hacer reflexiones, que para algo estudié filosofía aunque no se note. Esta vez le tocó a los amigos. Hay dos tipos de personas, las fieles y las infieles en sus diversos grados, que no tiene nada que ver con que corones o no a tu pareja. Las fieles, tienen durante toda su vida los mismos amigos, ni uno más ni uno menos, porque se cierran al conocimiento de nuevos seres, sean extraterrestres o del mismo pueblo. Los infieles todo lo contrario, conocen miles de personas, las hacen amigos y sustituyen a los antiguos o los abducen y los anexan a su grupo interminable. Conozco un caso que para celebrar su cumpleaños e invitarlos a todos tuvo que emplear todo el dinero que reservaba para el evento en comprar entradas de una discoteca, porque no le cabían en su piso de estudiante, para poder dar una fiesta. Fue de lo más cutre, porque vale, con la entrada te daban una copa, pero no había ni tortilla ni tarta. Además, en la discoteca entraba más gente, con lo cual, la anfitriona cuando se dio cuenta ya había hecho nuevas amistades con lo cual aquel cumpleaños era de lo más raro porque había mucha gente mezclada sin conexión de ningún tipo. Para marearse, vamos. Eso es algo que siempre odié y que siempre recomiendo a quien quiera oir mis consejos, uséase, nadie. No se deben mezclar las amistades, por dos motivos fundamentales: el primero, y no por eso más importante, que cada persona es multifacetada, es decir, con más escamas que un pinto, por lo que no eres la misma tomando un café con unos desconocidos, que en casa con tu madre o con las amigas de toda la vida, porque no, porque en cada situación de la vida hay que llevar los zapatos adecuados y no se puede ir a los Oscars en zapatillas, ni a la playa de catiuscas si es verano. El segundo motivo es consecuencia del primero: cada grupo conoce algo de ti que no saben los demás, con lo cual pueden compartir información y desde luego no te apetece nada que tus compañeros de trabajo sepan que lloras a moco tendido viendo "Lo que el viento se llevó", si eres verdugo, pongamos por caso y para que lo entienda todo el mundo. Y el tercer motivo, porque había tres, porque me da la gana, es que si les da por ahí te pueden poner a caldo, porque siempre hay en cada grupo alguien que no es de fiar. Pero a lo que iba, que me estoy dispersando. Aunque seas de los que conservan las mismas amistades toda la vida o de los que cambian de amigos continuamente, todos tenemos amigos del alma. Para muchos son tres o cuatro, para otros una docena, pero son esos amigos que, aunque no los veas casi nunca, siempre serán tus amigos. Y no tienen por que ser las mejores personas, ni ser los íntimos con los que compartes tus mejores o peores momentos. No, son esos que siempre han estado ahí a través del tiempo, a veces sin mostrarse, pero son los que por alguna razón que solo tú sabes estarán siempre contigo, en tus recuerdos, en tus vivencias. Los amigos del alma. Que cuando se van te dejan sin un trozo de ella, aunque tú no creas en la existencia del alma.

sábado, 7 de febrero de 2009

Los García

Las tardes que no llueve excesivamente, doy un paseo con mi vecina y con alguna otra mujer del lugar. Normalmente vamos dos o tres mujeres: mi vecina "la mejor del mundo" (yo también tengo una vecina como la de Caaal) , que tiene sobre sesenta y tantos, otra "chica" de mi edad, que la pobre está pasando por una enfermedad dura, y menda. Son unas caminatas ilustrativas en todos los sentidos, sobre todo en dichos y anécdotas, que trato de retener en mi memoria . Me gusta este tipo de relación que sólo se da en las aldeas, que yo sepa. Sales a la puerta, o a caminar, con la gente de tu entorno, aunque no tengas nada en común con ella, aunque nunca hayas entrado en su casa. Cuando hay alguien enfermo o en apuros, ves como la gente se vuelca. Se preocupan por su estado, las llaman para hablar, se preocupan por lo que comen y les dan lo que buenamente pueden, es decir, si tienen un naranjo y ella tiene que comer fruta, son kilos los que recibe en su casa. Si se le estropea la lavadora, tendrá todas las de su entorno para que lave y a nadie se le ocurrirá pedirle que lleve el detergente. Si le apetece dulce, siempre habrá algún bizcocho o tarta para el postre del domingo. Eso si está enferma. Si está sana, todo el mundo dirá que es una abandonada, que tiene la casa llena de "miseria" y que lo único que hace en todo el día es "folgar". Pero a mi este forma de relacionarse me parece bien, esta solidaridad entre vecinos, esta hermandad entre mujeres sobre todo, creo que muchas veces es lo único que te redime de la soledad ante la enfermedad que te asusta, ante la impotencia de ver tu vida alterada. Pero yo quería hablar de varias cosas, que como de costumbre , se convierten en miles debido a mi habitual dispersión. En el paseo de ayer, además de ir por sitios desconocidos, de conocer el nombre o apodo del propietario actual de cada casa, de saber a quien se la compró o de quien la heredó, nos encontramos con bastante gente plantando o sachando o haciendo no se qué en la tierra porque mi cultura agraria no llega a tanto. Por supuesto lo primero era preguntar por mi, pero directamente. Me encantó porque dos señoras preguntaron por "a rapasa", lo que hace pensar que o bien las cremas dan buen resultado, lo que corrobora que "crema Ponds belleza en siete días" es de lo más efectiva o bien que la vida al lado de la calefacción y el ordenador da sus frutos. Una vez informadas, por supuesto por el mote del anterior dueño de mi casa, que me salva que no tuviera problemas intestinales porque ultimamente compruebo que el apodo que hace referencia a tan desagradable evento es muy común, dicen ahhh. Ni encantada, ni te encuentras bien por estas latitudes, nada de nada, como si yo no existiese. En otras ocasiones encontré a las más atrevidas, que preguntan por mi filiación, ocupación y lugar de procedencia, siempre como si yo no estuviese delante. La verdad es que ya me acostumbré y suelo esbozar la mejor de mis sonrisas para que digan que soy muy simpática. Pues uno de estos encuentros de ayer, fue con una pariente de mi guía turístico y espiritual desde mi llegada al campo. Supe del estado de salud de su marido y le habló con afecto a un "joven" de cerca de cuarenta años, de bastante buen ver, que con botas altas y una azada en la mano horadaba el terreno. Que esas mentes calenturientas se detengan, porque ni las botas eran de montar, ni el buen mozo estaba sin camisa, sudoroso y con el pelo largo mojado ni nada de eso. Estamos en invierno y llevaba unos botas de goma verdes y una camisa de franela, de cuadros eso sí, abierta sobre una camiseta, que la verdad, esta imagen es casi tan sugerente como la anterior. Pues bien, el muchacho respondía a las preguntas con una voz de tenor suave y armoniosa, mientras detenía su afanoso trabajo. Por supuesto aunque nadie se dirigiera a mi, mi sonrisa esta vez era como la del gato de Cheshire. Una vez terminada la conversación seguimos nuestra andadura y recibí las explicaciones pertinententes. Que si esta buena mujer tenía tres hijos. Las mujeres, casadas y trabajando fuera, una de ellas en Canarias, como casi todo el mundo por aquí, muy buenas ellas. Pero mejor que ninguna hija era Moncho, que así se llamaba el maromo. Trabajador, bueno, pero, sobre todo, que solo ve por los ojos de su madre. La tiene como una reina, le da todo lo que gana, ayuda en casa, trabaja en los terrenos y no sale. Por supuesto soltero. Claro, "ya te fijaste en la voz suave que tiene ...", en la escuela le llamaban Marujita. Pobre. No sé, pero ¿No sería mejor que saliera del armario, le dijera adiós a su madre y dejase de ser un buen chico? Un desperdicio. A todo esto yo quería hablar de Los García. Familia de estafadores maravillosa, falsificadores de billetes de cincuenta euros. Se dedicaban a la copia como si se tratase de un trabajo a jornada completa, buenos vecinos y gente de lo más normal. Claro, yo no tengo ningún negocio donde me hayan dejado sus billetes, pero vamos, que tengo que investigar sobre ellos, porque a mi que unos padres monten un negocio familiar para que sus hijos tengan un medio de vida, me parece más loable que condenar al pobre de Moncho a jugar a la brisca por la tarde: que la familia que delinque unida no le cortará las alas a sus hijos, sean de ángeles o de murciélagos, que para gustos se pintan colores y para tardes de invierno labradores por los que babear en un blog, aunque ahora sea sábado por la mañana y salga el sol y seguro que Moncho ahora sí estará sin camisa...

martes, 20 de enero de 2009

Dedicatorias


Lo más terrible de ser famoso, seguro que es tener que dedicar libros o fotos o la camiseta o la barriga de alguien. Imaginaos la situación: "Escríbeme algo", te dice una fan enfervorizada, y te enseña un bandullo abombado y y blancuzco. La impresión no te deja respirar, pero como ya estás hecha a estas lides, con una gran sonrisa le pones "con mucho cariño, Blaconcia Megaestrella". En realidad le habrías escrito de haber querido los Episodios Nacionales, pues en aquella tripa cabrían y sobraría sitio, pero tampoco se trata de aburrir a las amigas mientras lo leen, pues vamos, que si alguien te pide que le escribas en una parte de su cuerpo, no tiene la costumbre de leer a Galdós, como me dijo mi culto esposo que va a hacer este verano. Pero situaciones como ésta supongo que no tendrán que vivirlas los escritores, que como mucho firmarán un libro o una servilleta de bar. Porque hay gente para todo. Que estés tomando el pulpo a la feria un domingo en una pulpería callejera y te digan: "Me he leído todos sus libros", si sólo tengo dos piensas tú. Lo que pasa que como saliste en aquel programa de la gallega entrevistada por Piñeiro, resulta que ahora te conoce todo el mundo. Seguro que no te leyó, pero eres famosa. Con lo cual no tienes más remedio que firmarle en una servilleta que que pone Pulpería Rías Baixas. Con unas manos grasientas le escribes "Con mucho apetito, Blaconcia Megaescritora" Y aun encima a la tía parece no gustarle. ¿Pero qué le vas a escribir en momentos como esos? Pero este tipo de dedicatorias no son las únicas que tenemos que escribir a lo largo de la vida. Desde el libro que regalamos a un amigo, que quiere que pogas algo de recuerdo y tú le dices que es tu mejor amigo y lo adoras, lo que seguramente es mentira, porque si lo fuese no le habrías regalado el primer libro que viste porque no sabes sus gustos, o a ese chico que te gusta y le compras el libro de tu escritor preferido y resulta que cuando se lo das te dice, "vaya, un libro". Ya sabes entonces que nunca leyó nada en su vida, como mucho algún periódico deportivo, porque fijo que le gusta el futbol y todos esos deportes que se juegan en equipo y son aburridísimos, dónde todos los jugadores van vestidos con trajes horrendos, no los civilizados como natación o gimnasia. Aunque bueno, estas últimas olimpiadas fueron desastrosas. No se a quien se le pudo ocurrir ponerle esos bañadores horrendos a los nadadores, con lo mono que estaba Mark Spitz con su diminuto bañador de la bandera americana... Que me disperso. Tenía yo un autógrafo de este nadador, al que adoraba, que me había traído una prima mía de las Olimpiadas de Munich. Al cabo de los años me confesó que era falso, que compró la foto y lo firmó ella. No me disgusté porque ya era mayor, pero vamos, dejé de creer en el género humano, porque con los autógrafos de los famosos no se bromea. Las alianzas de boda, por ejemplo. Hay que hacerles una inscripción. Hay quien le pone "para el amor de mi vida", pero lo normal es ponerle el nombre, porque ahora la vida es muy larga y amores, esperemos que muchos. Bien, lo que hace todo el mundo es intercambiar los nombres. Es decir, en la de él pones el tuyo y en la tuya el de él. Pues no, conozco a una persona que no hizo así. Pensó que lo más lógico es que cada alianza llevase el nombre de su dueño, pues como son iguales, no vaya a ser que se confundan. De este sucedido hay dos cosas que no acabo de entender. Lo primero el tamaño, que siempre importa, como TODAS sabemos y en este caso también. Uno tendrá el dedo más grande que el otro. En parejas hetero normalmente el hombre, por lo que no se pueden confundir. Además la alianza se pone en el dedo y allí se deja hasta el día de la muerte, en que la viuda se coloca las dos. A no ser que lavándote las manos se vaya por el desagüe, pero eso querrá decir que como estás mucho más delgada es el momento de buscarte otro marido, por lo menos más rico. Lo segundo que no entiendo, es porqué dejaron ir a esa señora sola, porque era una señora y lo sigue siendo que es muy fina ella, a una cuestión tan peliaguda. Por cierto, esa misma señora, años más tarde, dejaría a su hija olvidada dentro de su cochecito en una tienda (después recordó que llevaba algo en la mano y volvió a por ella) Volvamos a lo que nos preocupa. Las dedicatorias. Yo creo que lo mejor es ir practicando para que la fama no te sorprenda sin saber qué escribir. Así que ya sabeis, que hago una nota para el super, una docena de huevos, pan de molde y "arrobas de felicidad para el resto de tu vida". Que le entrego a mi jefe la contabilidad del mes, "con cariño y gratitud". Que le firmo el recibo del certificado al cartero "Con mis mejores deseos" Ahora bien, cuando vayas al banco y te dice una firmita no le preguntes al empleado que si la prefiere en la espalda o en un brazo, pensará que eres familiar de la señora que se dejó a la niña en la tienda de su suegra y que otro día se marchó con el bastón de su pobre suegro impedido, porque llovía y pensó que era su paraguas.