Las tardes que no llueve excesivamente, doy un paseo con mi vecina y con alguna otra mujer del lugar. Normalmente vamos dos o tres mujeres: mi vecina "la mejor del mundo" (yo también tengo una vecina como la de Caaal) , que tiene sobre sesenta y tantos, otra "chica" de mi edad, que la pobre está pasando por una enfermedad dura, y menda. Son unas caminatas ilustrativas en todos los sentidos, sobre todo en dichos y anécdotas, que trato de retener en mi memoria . Me gusta este tipo de relación que sólo se da en las aldeas, que yo sepa. Sales a la puerta, o a caminar, con la gente de tu entorno, aunque no tengas nada en común con ella, aunque nunca hayas entrado en su casa. Cuando hay alguien enfermo o en apuros, ves como la gente se vuelca. Se preocupan por su estado, las llaman para hablar, se preocupan por lo que comen y les dan lo que buenamente pueden, es decir, si tienen un naranjo y ella tiene que comer fruta, son kilos los que recibe en su casa. Si se le estropea la lavadora, tendrá todas las de su entorno para que lave y a nadie se le ocurrirá pedirle que lleve el detergente. Si le apetece dulce, siempre habrá algún bizcocho o tarta para el postre del domingo. Eso si está enferma. Si está sana, todo el mundo dirá que es una abandonada, que tiene la casa llena de "miseria" y que lo único que hace en todo el día es "folgar". Pero a mi este forma de relacionarse me parece bien, esta solidaridad entre vecinos, esta hermandad entre mujeres sobre todo, creo que muchas veces es lo único que te redime de la soledad ante la enfermedad que te asusta, ante la impotencia de ver tu vida alterada. Pero yo quería hablar de varias cosas, que como de costumbre , se convierten en miles debido a mi habitual dispersión. En el paseo de ayer, además de ir por sitios desconocidos, de conocer el nombre o apodo del propietario actual de cada casa, de saber a quien se la compró o de quien la heredó, nos encontramos con bastante gente plantando o sachando o haciendo no se qué en la tierra porque mi cultura agraria no llega a tanto. Por supuesto lo primero era preguntar por mi, pero directamente. Me encantó porque dos señoras preguntaron por "a rapasa", lo que hace pensar que o bien las cremas dan buen resultado, lo que corrobora que "crema Ponds belleza en siete días" es de lo más efectiva o bien que la vida al lado de la calefacción y el ordenador da sus frutos. Una vez informadas, por supuesto por el mote del anterior dueño de mi casa, que me salva que no tuviera problemas intestinales porque ultimamente compruebo que el apodo que hace referencia a tan desagradable evento es muy común, dicen ahhh. Ni encantada, ni te encuentras bien por estas latitudes, nada de nada, como si yo no existiese. En otras ocasiones encontré a las más atrevidas, que preguntan por mi filiación, ocupación y lugar de procedencia, siempre como si yo no estuviese delante. La verdad es que ya me acostumbré y suelo esbozar la mejor de mis sonrisas para que digan que soy muy simpática. Pues uno de estos encuentros de ayer, fue con una pariente de mi guía turístico y espiritual desde mi llegada al campo. Supe del estado de salud de su marido y le habló con afecto a un "joven" de cerca de cuarenta años, de bastante buen ver, que con botas altas y una azada en la mano horadaba el terreno. Que esas mentes calenturientas se detengan, porque ni las botas eran de montar, ni el buen mozo estaba sin camisa, sudoroso y con el pelo largo mojado ni nada de eso. Estamos en invierno y llevaba unos botas de goma verdes y una camisa de franela, de cuadros eso sí, abierta sobre una camiseta, que la verdad, esta imagen es casi tan sugerente como la anterior. Pues bien, el muchacho respondía a las preguntas con una voz de tenor suave y armoniosa, mientras detenía su afanoso trabajo. Por supuesto aunque nadie se dirigiera a mi, mi sonrisa esta vez era como la del gato de Cheshire. Una vez terminada la conversación seguimos nuestra andadura y recibí las explicaciones pertinententes. Que si esta buena mujer tenía tres hijos. Las mujeres, casadas y trabajando fuera, una de ellas en Canarias, como casi todo el mundo por aquí, muy buenas ellas. Pero mejor que ninguna hija era Moncho, que así se llamaba el maromo. Trabajador, bueno, pero, sobre todo, que solo ve por los ojos de su madre. La tiene como una reina, le da todo lo que gana, ayuda en casa, trabaja en los terrenos y no sale. Por supuesto soltero. Claro, "ya te fijaste en la voz suave que tiene ...", en la escuela le llamaban Marujita. Pobre. No sé, pero ¿No sería mejor que saliera del armario, le dijera adiós a su madre y dejase de ser un buen chico? Un desperdicio. A todo esto yo quería hablar de Los García. Familia de estafadores maravillosa, falsificadores de billetes de cincuenta euros. Se dedicaban a la copia como si se tratase de un trabajo a jornada completa, buenos vecinos y gente de lo más normal. Claro, yo no tengo ningún negocio donde me hayan dejado sus billetes, pero vamos, que tengo que investigar sobre ellos, porque a mi que unos padres monten un negocio familiar para que sus hijos tengan un medio de vida, me parece más loable que condenar al pobre de Moncho a jugar a la brisca por la tarde: que la familia que delinque unida no le cortará las alas a sus hijos, sean de ángeles o de murciélagos, que para gustos se pintan colores y para tardes de invierno labradores por los que babear en un blog, aunque ahora sea sábado por la mañana y salga el sol y seguro que Moncho ahora sí estará sin camisa...
13 comentarios:
Adoro las camisas de cuadros, son tan masculinas... y la franela es ya el non plus ultra de la masculinidad. Creo que eso de delinquir la familia unida sí que suele ser una tradición que pasa de generación a generación y casi siempre es bien recibida por los descendientes, no sé si es por el atractivo de saltarse la ley o si será una especie de gen de la estafa contra el que no se puede luchar. Ah, y lo de las vecinas aparece muy bien reflejado en VOLVER la peli de Almodóvar porque aunque estén cotilleando en el entierro con el difunto de cuerpo presente lo cierto es que mientras estuvo vivo se preocuparon y hasta ocuparon de él así que...
P.D.: lo mismo te equivocas y Moncho vive una pasión secreta y más que intensa sin que nadie lo sospeche, ni si quiera su adorada madre.
Franela como Luck... XD
Joer, pobre Moncho, ¡suponiendo que no sea esta una de esas veces donde te montas tu película y la realidad queda en un discreto segundo plano, claro! Pero yo creo, como Annie, que en realidad es feliz; al menos eso me gusta creer...
La aldea es el mejor lugar para vivir cuando uno NO es de allí.
Yo sólo reflejo la realidad, Caaal, aunque alguna que otra vez me tomé licencias literarias. Tienes razón Annie, en lo de la peli de Almodóvar, ni me acordaba, de todas maneras la repasaré. Y cierto Caaal, en lo de aldea, si eres de ella supongo que te entrará un agobio...Ya se lo preguntaré a mis Gilmore particulares.
Yo soy de pueblo y no me importaría nada vivir en la aldea,eso sí, simpre que tengamos cerquita una gran urbe con toooooodas las cosas que me gustan.
Annie: es muy diferente la vida del pueblo y la del aldea. Yo que soy de pueblo pequeño pero con muchas ínfulas, te digo que prefiero la vida de aldea, es más sana, más auténtica. A mi me gusta también lo de la ciudad cerca, pero Nueva York está un poco a trasmano, aunque siempre me quedará Santiago...
Me encuentro fuera de lugar en esta entrada. No me gusta nada la aldea, como mucho puedo apreciar un pueblo "con ínfulas" como el mío (y porque ahora con la Vía Rápida del Barbanza tenemos Santiago a un paso), pero no para pasar en él los inviernos (en que se convierte en un pueblo fantasma, como los de la Ruta 66 en USA).
No me gustan los cuadros ni la franela, a no ser que los porte un Brad Pitt de la vida, al que se le perdona ¡hasta que se vista de mujer!
NO ME GUSTAN LOS COTILLEOS DE PUEBLO, en que hasta la vieja de otra parroquia se cree con derecho a decir que tienes "moso" porque una sobrina de una prima de la vecina del cuarto te vio el sábado anterior con un chico a menos de 8 dedos de distancia.
Me gusta la ciudad (por la Ley de Grandes Ciudades, por la que sitios como Santiago se consideran "ciudad"), por sus comodidades, grandes superficies y cines multisalas, su gente que no te hace caso, y su anonimato, HE DICHO (ahora no me comáis entre todas)
A mi de joven me gustaba mucho más la ciudad que el pueblo, por el anonimato y por las posiblidades de todo tipo. Pero ahora en la ancianidad de mi vida, valoro los placeres de la vida sencilla y como hago lo q me da la gana sin importarme nada lo que digan...pero eso no quiere decir que renuncie a los Jimmy Choo con que celebraré mi próximo cumpleaños.
@blaconcia: ¿¿podrás usarlos??
@Blaconcia: Unos Jimmy Choo!!!!!! Creo que no puedo odiarte más!!!!
@Starkie: en nuestra aldea tendremos todas las comodidades del mundo y un cine en el que proyectarán películas de ayer, de hoy y de siempre...
@Caaal: siemprefranelaycuadros
Para Annie: Cuando cumplas los acabados en 0 que cumpliré yo a finales de año, o te compras unos Jimmy Choo, te vas una semana a la Costa de Dubai con un Darek, te haces un estiramiento facial y una lipo o lloras. Lo único que me puedo permitir son los zapatos. Las lágrimas también pero las guardo para otras cosas.
@Blaconcia: basta! no eres tan mayor!!! y siento utilizar tu blog para esto pero (@Annie Hall) Basta ya con tu maldito pueblo imaginario, y que me caso con un futurible imaginario!!! mira, la creatividad está bien, pero tú te pasas de rosca! Y por cierto, como me fíe de tu imaginación, creo que la mitad de las pelis de "tu cine" no me iban a gustar así que me sigo quedando con la ciudad.
¡Me niego! ¡Exijo más historias de las de Annie!
Si yo pensaba llevar los Jimmy Choo a la boda!!!La historia tiene que continuar, porque yo iba a ir en el tiburón blanco de un primo de Juan acompañada de Moncho. Así q te fastidias Starkie y te casas, q para algo están los divorcios expres.
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