No sé si será debido a la vida retirada que llevo, que cada vez que pienso en ella me doy cuenta que se parece mucho a una serie. Pero no a una telenovela, porque ni vivo en una hacienda con jornaleros a caballo, que me encanta la palabra jornaleros, no porque trabajen a jornal, que supongo que será su origen, pero no pienso mirar en el diccionario de la rae, que no me apetece nada, si no por lo que me sugiere. Es decir, hombres aguerridos y sudorosos pero limpios, porque el sudor, en caso contrario, pasaría a ser pestilencia, que se dedican a ir de unas tierras a otras porque son aventureros, o porque huyen de un amor desgraciado y se van en su caballo como el Virginiano o Trampas. Pues no, mi vida no es así, por lo que no me refiero a una serie de esas, que por otro lado no me gustan nada. No, mi serie es de otro tipo. Veamos. Ahora suelo ir por las mañanas a tomar un café o un té verde, según me apetezca, a una pastelería con mesas frecuentada por un grupo de mujeres. Un grupo variopinto, que es lo que me atrae de esta reunión. Están hasta las once y pico de la mañana, pero la hora a la que llegan no la sé, porque yo suelo ir a eso de las diez y media. Las edades van desde la treintena hasta alguna que estará en los setenta. Son mujeres de distintos niveles económicos, culturales y sociales. Van amas de casa, trabajadoras de la conservera de la zona, alguna mariscadora, maestras y sabe dios que más porque yo no las conozco mucho y no me voy a poner a preguntar. De algunas no sé ni los nombres. No hay un número fijo. Entre ellas tengo a una amiga, que es asidua y por la que yo empecé a frecuentar la tertulia. Pero lo que yo al principio juzgaba como un marujeo infumable, y por nada del mundo voy a esas reuniones banales, qué forma de perder el tiempo, hoy considero que son de lo más educativo. No creo que ellas se lo planteen así, pero yo sí y ya está. Lo más curioso es que son mujeres como tantas otras que vemos por la calle, pero si indagas un poco te das cuenta que cada una tiene su historia y como ya tienen una edad, cada una tiene su tragedia particular aunque a simple vista no lo notes. Una de ellas tiene una hija con síndrome de Down, una mujer sin formación académica de ningún tipo, ya que, como era costumbre hace años, en su casa sólo fueron al instituto los varones, pero a la que la vida la ha hecho espabilar y hoy la ves una mujer resuelta, que sabe moverse para tratar de darle lo mejor a su hija deficiente. Otra de ellas tiene a su madre con Alzheimer y ella la cuida. Una mujer que vivió una vida regalada, que estudió en los mejores colegios, educada en el extranjero, con un matrimonio provechoso y que por avatares de la fortuna terminó trabajando en Canarias y volviendo a su casa a cuidar a su madre. Otra de ellas acaba de pasar por un cáncer mutilador. Las hay más simpáticas y parlanchinas o más sosas, hay de todo. Con algunas te ríes por su ingenio y con otras procuras no sentarte a su lado porque te va a dar la mañana con sus pesadeces. A esa hora nadie habla de problemas. Desayunan, se charla de moda, de cocina o de las noticas de la tele. Naturalmente, hay conversaciones cruzadas. Hay días que no, que una cuenta lo mal que está esta temporada, que se le cae el mundo encima o que se le acerca la revisión del médico y está asustada. Por supuesto, también se critica. Que si una de ellas es lesbiana, que a la otra le pone los cuernos el marido, que si dicen que la otra gasta más de lo que ingresa. Y de los maridos, porque casi todas son casadas, también se despachan a gusto, sobre todo cayendo en los lugares comunes de siempre. Lo que las une es algo tan sencillo como que viven en el mismo pueblo, son mujeres y pueden disponer de un rato para acercarse a desayunar algunas, otras a tomar el café de media mañana o a pasar un ratito sencillamente. Las hay que visten de chandal y deportivas, porque viene de dar su paseo matinal, hay otras que van de punta en blanco porque van al instituto a dar sus clases y alguna que otra de uniforme porque es chófer de un autobús escolar. La mesa en torno a la que se reunen es redonda, pequeña, como para cuatro personas, pero según se llega se van arrimando sillas y caben tropecientas mil. A veces ocupas el sitio que deja otra que ya se va. Lo mejor de todo, es que no es "obligatorio" ir, es decir, que vas si te apetece o te viene bien, en el momento que quieras llegas o te vas, sin tener que quedar con nadie. Creo que se haría una serie magnífica. Por ejemplo dos protagonistas, por supuesto mi amiga y yo, dos secundarias, mis dos más conocidas, es decir, las dos más amigas de mi amiga y el resto personajes de relleno, pero que cada día una de ellas fuese el tema del capítulo del día. Vamos, que menuda serie. Como la otra que también vivo. El día de la Pandilla. Normalmente suelo ir una vez a la semana, que no siempre es así porque las cosas a veces se complican, a comer con mi hermana, mi madre y mi sobrina conocida aquí como Caaal. Somos tres generaciones comiendo siempre en el mismo sitio. tenemos cuasi mesa propia y lugares asignados, es decir, que nos sentamos siempre en las misma sillas. En las comidas se discute, se ríe, se comenta, se manda callar a Caaal, se le grita a mi madre que es dura de oído y no se entera de la mitad de las conversaciones... Solemos rematar la jornada con compras, casi siempre de ropa. Pues también sería una buena serie, es más, Caaal y yo hasta tenemos buscado las actrices. Alguna que otra vez hemos tenido invitadas, bien a comer o a tomar café, pero generalmente vamos las cuatro. De nuevo ya está ahí la serie. Cada jornada sería un episodio, se desarrollaría durante la comida en que se comería, pero de verdad, es más no quedaría nada en el plato (como no queda nunca) Hasta el dueño del local sería un personaje, el único hombre que hablaría. No es por nada, pero creo que soy una fuente de recursos para cualquier productora. Lo que no entiendo es a lo que están esperando, porque todavía tengo mas series escondidas en mi vida. Mi vida vecinal en el rural, la relación con mis gatos callejeros... tengo vivencias para varias series. ¿Seré rarita o es que, en realidad, si te decides a contarla cualquier vida puede ser tan digna de interés como para merecer una serie? De lo que me estoy dando cuenta, que mi vida ultimamente de retirada tiene muy poco, porque también tengo una playa peculiar a la que suelo ir y en la que también estoy haciendo amistades. Pero todo esto, viene al caso porque quería contar algo que me impactó en la conversación que tuvimos hoy en la hora del café matinal, pero como creo que esto se va a alargar demasiado la dejaré para otro día, vamos, que como en las mejores series, va a aparecer de un momento a otro el cartelito de "continuará..."