martes, 30 de junio de 2009

Listas

De pequeñas, cuando nuestro color preferido coincide con el de nuestra mejor amiga, es la pera en almíbar, que por cierto, me salen buenísimas. De mayores, no es que no tengamos color preferido, que lo seguimos teniendo en nuestro interior, sino que según para qué tenemos un color u otro. Para decorar la casa escogemos el que mejor nos va con su estructura, su estilo o esas ventanas que nos entusiasman o miles de historias que todo el mundo conoce y que me aburre seguir poniendo ejemplos, vamos que quien me lee no es tonto y si lo es, pues no vuelve porque no entiende nada, porque soy consciente que a veces cuesta seguir el fluir de mi prosa. Con el vestir nos pasa lo mismo, hay colores que nos favorecen más y otros menos y aunque te encanta el color beis, que es inimaginable pensar que nadie pueda tener por color predilecto el beis, pues no lo usas porque te queda fatal. Porque esa es otra, a casi todos nos gusta el mismo color, el verde. Y si no el azul. El rojo a poca gente y el amarillo a menos. A mi el rojo me gusta en decoración para dar una nota de alegría. Tengo un sofá rojo, una pared roja y unas cajoneras también de ese mismo color, pero pocas prendas de vestir tengo de ese color, tuve un chaquetón y una gabardina pero ahora ya sólo tengo un jersey y por supuesto un pantalón. El azul es aburrido, de azul marino sólo visten los hombres y las timoratas. Distinto, es el brillante y favorecedor azul cobalto o algo así, porque de colores no entiendo nada, es más hay verdes que veo azules. Pero a lo que iba, que no era hablar de esto, pensaba hablar de preferencias o mejor dicho, de las listas de preferencias. En todos los foros de internet, siempre nos encontramos con posts abiertos en los que hay que nombrar tus diez novelas o películas o canciones o actores, según el tema de ese foro, preferidos. Yo la verdad, no suelo participar, porque ultimamente me aburren los foros, pero ese es otro tema y porque nunca consigo recordar cuales son mis diez preferidos, y si no lo recuerdo es porque no los tengo, digo yo. Diez es mucho. Como mucho dos. Pero pasa como con todo, a lo largo de la vida vamos cambiando nuestras preferencias y nuestros gustos, si no ¿por qué se cambia tanto de pareja, de trabajo o de casa? No nos pongamos trágicos y hablemos de despidos, cuernos o desahucios que hoy quiero estar relajada y pensar que los acontecimientos de la vida dependen únicamente de nuestras elecciones. Pues eso. Mis comidas preferidas de niña eran caldo gallego y patatas rellenas de carne. Hoy ya no, prefiero las ensaladas y el queso. Hubo un tiempo en que mis pelis eran "2001" y "Gilda" pero antes lo fue Casablanca y más tarde Blade Runner y hoy, creo que no tengo pelis preferidas. Lo mismo sucede con los libros. Hay autores que me entusiasmaron en una época, pero hoy no volvería a leer, no porque no me gusten, sino porque me gustan más otros, pero si algo es tu preferido eso quiere decir que te gusta más que los demás. Eso me sucede con "Cien años de soledad" La leí no se cuantas veces, porque durante varios años la leía todos los veranos. El otro día hablando de esto con mi sobrina La Mayor, le decía que si sólo pudiese leer un libro el resto de mi vida, sería éste, porque jamás me aburriría. Con las canciones es diferente. No estoy hablando ni de tipo de música, ni de tipo de literatura, sino que me remito a lo dicho, hablo del top diez, aunque en mi caso sería top dos o como mucho cinco. Pues eso, que me marcho de paseo y no "doy vuelto", las canciones. Estoy firmemente convencida que aunque digas que tu canción preferida es el aria más rebuscada de ópera que te puedas imaginar, porque eres muy listo e intelectualmente te entusiasma, eso no es verdad sino te la pones a cantar en cuanto la oyes. Las canciones de tu vida son esas que interiorizas de tal manera que en cuanto la oyes la tienes que cantar, estés dónde estés por lo bajini o en alto, pero las cantas. A mi eso me pasa, que recuerde, con dos canciones, con "Imagine" de John Lennon y con la "Chica de ayer" de Antonio Vega. No se si son mis canciones preferidas o no, pero las canto siempre. Lo más triste de todo es que no me pasa sólo con estas dos canciones, ahora que lo pienso, si no también con "Como una ola" de La Jurado. ¿Eso quiere decir que es una de mis preferidas? ¿Que la tengo interiorizada? Alien, no es una de mis pelis, pero la verdad, empiezo a saber lo que se siente cuando algún ser incontrolable late en tu interior.

miércoles, 17 de junio de 2009

A través del espejo


"Morrinche" le dijo una madre a su hija cuando una mañana, mientras ésta le ayudaba a vestirse, se vio los pies hinchados y amoratados. A la semana fue el entierro. Desde ese día, las hijas de esta buena señora se vigilan los pies al levantarse, por si hay que empezar a organizar el velatorio. Influenciado el subconsciente de una oyente de esta historia, la buena mujer se pasó toda la noche soñando que ese día se tenía que morir. Como Amaranta esperando la muerte, ella esperaba a su vecina que iba a ser su "matachina" y mientras curiosea por la ventana para ver toda la gente que llega para la "vela". La espera empieza a ser vergonzosa, porque tarda tanto que hace que todo el mundo desee que se muera de una vez, por lo que le dice a su propia hija que le de pequeños golpes con el hacha en la nuca para ver si así van adelantando el trabajo. Esto fue un sueño, pero no lo es cuando recorre el largo pasillo de casa con su madre del brazo, una madre completamente perdida que reniega de la mujer de enfrente porque le impide seguir recorrriendo el otro pasillo que se le presenta ante sus ojos, y que, aunque su hija le intenta explicar que es el espejo, la anciana sigue intentándolo todos los días. Sueño lo era también el que una solterona virgen soñase con que tenía un romance con El Pájaro Espino, pero la pesadilla era la realidad, cuando despertaba en el momento en que se iba a consumar el acto sexual. Cuantas vidas diferentes, vidas cruzadas en mis tertulias mañaneras, dónde me entero de infinidad de historias que trato de memorizar, pero como temo olvidarme ahora llevo un cuadernito en el que apunto alguna palabra clave que me haga recordarlas cuando llego a casa. Pero claro, me empiezan a mirar mal. El truco para estas reuniones es participar, no sólo estar escuchando y escribiendo. Pero ahora ya lo hago. El problema es que me miran como si estuviese un poco loca y la verdad es que a lo mejor pueden tener algo de razón, que la extravagante sea yo y no ellas. Les cuento mis avatares con los gatos, el loro o los problemas con mi hamaca nueva, que ya puestos, pues lo voy a contar aquí. Resulta que yo voy a la playa como toda buena habitante de pueblo de costa, en cuanto hace calor y brilla el sol. En la playa suelo hacer dos cosas. Pasear y leer. Todo eso es normal, pero no lo es tanto hacerlo a la vez. Lo mejor del mundo es pasear por la orilla mojándote los pies mientras lees. Si aprieta el calor, de los pies pasas a las rodillas y aun recuerdo aquel verano de hace tres años en que el agua estaba muy buena y hacía tanto calor, que paseaba con el agua por la cintura, mientras leía, claro. Tengo un grave problema. Necesito gafas de cerca para ver de un ojo, los años no perdonan. Pero soy miope y las progresivas no las llevo a la playa porque se rayan y son muy caras. Por lo que ando con dos pares de gafas, las ahumadas de lejos colgadas del bikini y las de cerca en la nariz, claro. Pero tanta luz me molesta para leer. Así que acabo de encargar unas gafas de cerca ahumadas, por lo que mis problemas de deslumbramiento se van a acabar. Con lo cual no se yo si el concepto de ahorro será muy acertado, porque al final manejo seis pares de gafas. Las progresivas, las de sol de salir, las de sol de playa (las de la calle de antes pero como estaban rayadas quedaron para la playa y me hice unas nuevas), las de cerca ahumadas y las de cerca de cama. Claro hay que contar las lentillas para cuando me apetece y las de sol para las lentillas. Pero no siempre estoy paseando, para eso tiene que haber muy poca gente en la playa porque si no chocas con los bañistas o tropiezas con una piedra y te queda un dedo tan negro que tienes que ir a urgencias y explicarle a un médico asombrado como te diste tamaño golpe. Aunque siempre voy a una playa bastante despoblada, a veces también me canso de pasear y me tumbo a leer. La arena es incómoda, por lo que decidí comprarme una hamaca, que no sea muy pesada porque aunque voy en coche después hay que bajar un camino lleno de maleza y de serpientes, esa debe ser la razón de que vaya poca gente a esa playa. Es preciosa, la hamaca. Verde Marujita y con tejadillo. Preciosa y un poco cantosa, pero lo malo que tiene es que es incomodísima. Desde que la uso termino con unos dolores de espalda horrorosos; además de que es muy dura es toda ella curvada, pero las curvas no coinciden con las mi cuerpo, por lo que en la espalda me queda un hueco que tengo que rellenar con la ropa y si me tumbo boca abajo me aplasta todo lo aplastable, pero con saña. Lo de la hamaca no resultó y voy a dejar de llevarla, pero mis contertulias ya estaban dispuestas a organizar una excursión a mi playa para ver esa joya para tomar el sol. Aunque pienso que también les atrajo un poco el hecho que aunque mi playa no sea oficialmente nudista, si es una playa bastante libertaria y convivimos perfectamente nudistas, seminudistas, textiles y lectores andariegos sin ningún problema. Y quien sabe, hasta pueden pensar que, como toda la vida los que pasearon leyendo fueron los curas, al que van a encontrar paseando por la playa y sin ropa sea al Padre Casares...

miércoles, 3 de junio de 2009

Cafés

No sé si será debido a la vida retirada que llevo, que cada vez que pienso en ella me doy cuenta que se parece mucho a una serie. Pero no a una telenovela, porque ni vivo en una hacienda con jornaleros a caballo, que me encanta la palabra jornaleros, no porque trabajen a jornal, que supongo que será su origen, pero no pienso mirar en el diccionario de la rae, que no me apetece nada, si no por lo que me sugiere. Es decir, hombres aguerridos y sudorosos pero limpios, porque el sudor, en caso contrario, pasaría a ser pestilencia, que se dedican a ir de unas tierras a otras porque son aventureros, o porque huyen de un amor desgraciado y se van en su caballo como el Virginiano o Trampas. Pues no, mi vida no es así, por lo que no me refiero a una serie de esas, que por otro lado no me gustan nada. No, mi serie es de otro tipo. Veamos. Ahora suelo ir por las mañanas a tomar un café o un té verde, según me apetezca, a una pastelería con mesas frecuentada por un grupo de mujeres. Un grupo variopinto, que es lo que me atrae de esta reunión. Están hasta las once y pico de la mañana, pero la hora a la que llegan no la sé, porque yo suelo ir a eso de las diez y media. Las edades van desde la treintena hasta alguna que estará en los setenta. Son mujeres de distintos niveles económicos, culturales y sociales. Van amas de casa, trabajadoras de la conservera de la zona, alguna mariscadora, maestras y sabe dios que más porque yo no las conozco mucho y no me voy a poner a preguntar. De algunas no sé ni los nombres. No hay un número fijo. Entre ellas tengo a una amiga, que es asidua y por la que yo empecé a frecuentar la tertulia. Pero lo que yo al principio juzgaba como un marujeo infumable, y por nada del mundo voy a esas reuniones banales, qué forma de perder el tiempo, hoy considero que son de lo más educativo. No creo que ellas se lo planteen así, pero yo sí y ya está. Lo más curioso es que son mujeres como tantas otras que vemos por la calle, pero si indagas un poco te das cuenta que cada una tiene su historia y como ya tienen una edad, cada una tiene su tragedia particular aunque a simple vista no lo notes. Una de ellas tiene una hija con síndrome de Down, una mujer sin formación académica de ningún tipo, ya que, como era costumbre hace años, en su casa sólo fueron al instituto los varones, pero a la que la vida la ha hecho espabilar y hoy la ves una mujer resuelta, que sabe moverse para tratar de darle lo mejor a su hija deficiente. Otra de ellas tiene a su madre con Alzheimer y ella la cuida. Una mujer que vivió una vida regalada, que estudió en los mejores colegios, educada en el extranjero, con un matrimonio provechoso y que por avatares de la fortuna terminó trabajando en Canarias y volviendo a su casa a cuidar a su madre. Otra de ellas acaba de pasar por un cáncer mutilador. Las hay más simpáticas y parlanchinas o más sosas, hay de todo. Con algunas te ríes por su ingenio y con otras procuras no sentarte a su lado porque te va a dar la mañana con sus pesadeces. A esa hora nadie habla de problemas. Desayunan, se charla de moda, de cocina o de las noticas de la tele. Naturalmente, hay conversaciones cruzadas. Hay días que no, que una cuenta lo mal que está esta temporada, que se le cae el mundo encima o que se le acerca la revisión del médico y está asustada. Por supuesto, también se critica. Que si una de ellas es lesbiana, que a la otra le pone los cuernos el marido, que si dicen que la otra gasta más de lo que ingresa. Y de los maridos, porque casi todas son casadas, también se despachan a gusto, sobre todo cayendo en los lugares comunes de siempre. Lo que las une es algo tan sencillo como que viven en el mismo pueblo, son mujeres y pueden disponer de un rato para acercarse a desayunar algunas, otras a tomar el café de media mañana o a pasar un ratito sencillamente. Las hay que visten de chandal y deportivas, porque viene de dar su paseo matinal, hay otras que van de punta en blanco porque van al instituto a dar sus clases y alguna que otra de uniforme porque es chófer de un autobús escolar. La mesa en torno a la que se reunen es redonda, pequeña, como para cuatro personas, pero según se llega se van arrimando sillas y caben tropecientas mil. A veces ocupas el sitio que deja otra que ya se va. Lo mejor de todo, es que no es "obligatorio" ir, es decir, que vas si te apetece o te viene bien, en el momento que quieras llegas o te vas, sin tener que quedar con nadie. Creo que se haría una serie magnífica. Por ejemplo dos protagonistas, por supuesto mi amiga y yo, dos secundarias, mis dos más conocidas, es decir, las dos más amigas de mi amiga y el resto personajes de relleno, pero que cada día una de ellas fuese el tema del capítulo del día. Vamos, que menuda serie. Como la otra que también vivo. El día de la Pandilla. Normalmente suelo ir una vez a la semana, que no siempre es así porque las cosas a veces se complican, a comer con mi hermana, mi madre y mi sobrina conocida aquí como Caaal. Somos tres generaciones comiendo siempre en el mismo sitio. tenemos cuasi mesa propia y lugares asignados, es decir, que nos sentamos siempre en las misma sillas. En las comidas se discute, se ríe, se comenta, se manda callar a Caaal, se le grita a mi madre que es dura de oído y no se entera de la mitad de las conversaciones... Solemos rematar la jornada con compras, casi siempre de ropa. Pues también sería una buena serie, es más, Caaal y yo hasta tenemos buscado las actrices. Alguna que otra vez hemos tenido invitadas, bien a comer o a tomar café, pero generalmente vamos las cuatro. De nuevo ya está ahí la serie. Cada jornada sería un episodio, se desarrollaría durante la comida en que se comería, pero de verdad, es más no quedaría nada en el plato (como no queda nunca) Hasta el dueño del local sería un personaje, el único hombre que hablaría. No es por nada, pero creo que soy una fuente de recursos para cualquier productora. Lo que no entiendo es a lo que están esperando, porque todavía tengo mas series escondidas en mi vida. Mi vida vecinal en el rural, la relación con mis gatos callejeros... tengo vivencias para varias series. ¿Seré rarita o es que, en realidad, si te decides a contarla cualquier vida puede ser tan digna de interés como para merecer una serie? De lo que me estoy dando cuenta, que mi vida ultimamente de retirada tiene muy poco, porque también tengo una playa peculiar a la que suelo ir y en la que también estoy haciendo amistades. Pero todo esto, viene al caso porque quería contar algo que me impactó en la conversación que tuvimos hoy en la hora del café matinal, pero como creo que esto se va a alargar demasiado la dejaré para otro día, vamos, que como en las mejores series, va a aparecer de un momento a otro el cartelito de "continuará..."