Sigo empeñándome en que "you" sea yo y claro, así es imposible aprender un idioma. Fundamental saber I am, pero claro, yo pienso en you am y creo que lo mejor que puedo hacer es desistir. Que no, que el inglés no es para mi, que una persona a la que le cuesta entender a los andaluces o a los argentinos por el acento, no puede estudiar inglés, está clarito. Pero es que yo quiero. Llevo años viendo series en inglés subtitulado y ya sé decir what? con cara de extrañeza y con cara de asombro oh my God ! Pues no, eso no llega. Hay que aprender que un apartamento es flat y un árbol tree, aunque eso yo ya lo sabía por la serie "Men in trees", que husband es marido y que mother no se puede decir como en "How I met your mother " porque allí lo dicen en americano. Además hay que llegar a casa y estudiar. Aprender los verbos, el vocabulario y encantado de conocerte y como te llamas. Aburridísimo. Todo esto unido a un libro lleno de dibujitos, de frases simples y de enunciados de ejercicios más difíciles que el ejercicio en sí. Después llegas a clase y te ponen unos audios horrorosos que no suenan como en las series o unos videos en los que no hay subtítulos. Echo de menos las clases de idiomas de mi bachillerato, francés por cierto, en las que tenías que estudiar un montón de gramática, que dicho sea de paso es lo que más me gusta, listas de vocabulario y hacer traducciones y dictados. Pues no, ahora ya no se estudia así. Y yo no lo sabía. El shock que llevé fue morrocotudo, graciosa palabra por cierto. Para colmo yo pensé, creo que con buena lógica, que si te apuntas a un curso de Básico 1 es para gente que no sabe nada de nada, como yo. Pues no, resulta que soy la más burra de la clase. Me desanimo, cada vez falto más y claro, no me entero de nada. Para colmo casi todo el mundo va con amigos. Los que van solos se sientan solos, pero después hay que conversar y la gente se junta como a regañadientes. Pues menudo aburrimiento de clase. Yo procuro sentarme de entrada con gente que está sola y así ir haciendo amistades, pero claro, como falto tanto pues cuando llego ya se hicieron nuevas parejas pero como yo no lo sé , pues me convierto en una roba sitios y compañeros. Un horror esta clase, yo, que soy la reina de los cafelitos todavía no conseguí tomarme uno a la salida acompañada. Pero esta temporada por problemas familiares no puedo ir a las clases, aunque bueno, siempre encuentro alguna disculpa para no ir, con lo que decididamente ya lo voy a dejar. Porque además hay exámenesy vamos, a mi edad era lo que me faltaba, que me suspendiesen y con un cero, pues ese es el nivel de mis conomientos. El otro día quería hablar del tema con mi sobrina La Mayor, conocida por Caaal, en un hospital en el que coincidimos porque nos turnamos para acompañar a un familiar, pero claro, había un Hola. Ya se sabe cuando está un Hola por el medio ya no hay posiblidad de dialogar. Porque por si alguien no lo constató, cualquier conversación, sea de la índole que sea, se interrumpe y pasa a segundo plano cuando de repente vemos que la casa de Tamara Falcó es de estilo juvenil aunque aquel comedor sea como el de una abuela o que la de Fonsi Nieto sea minimalista aunque esté repleta de enormidades doradas traídas por su dueño de Egipto. Ni de este tema ni de ningún otro pude hablar con mi sobrina, ni siquiera de la salud de la enferma, que por fortuna se va recuperando. Cuando yo abría la boca, pues que no, que los zapatos de no sé quien o el nuevo amor de aquella otra se interponía entre nosotras. Pero claro, estábamos en un hospital, tiene que haber un Hola es un requisito imprescindible para cualquier habitación hospitalaria, como antiguamente lo eran las zapatillas de piel nuevecitas y la bata de raso granate para los recién operados, porque si la hospitalización era por urgencia pues no te daba tiempo a comprar y llevabas lo que tenías en casa, que otro día ya contaré todas mis experiencias en estos recintos, que por desgracia son cuantiosas, porque mi Pomelo y yo somos muy aficionados a las operaciones e ingresos varios. Pero ya me fui del tema que era las clases de inglés. Aunque bueno, el Hola me hace recordar mis exámenes de literatura, en los que a la vieja profesora que ya lo había sido de mi padre, le poníamos al descuido la mencionada revista encima de su mesa. La revista de la semana, recién comprada con el dinero de un bote hecho en la clase y que la buena señora se dedicaba a leer durante la hora del examen que se convertía en el mayor despliegue de chuletas que he visto jamás en mi vida de estudiante. Pero tenía que ser el Hola, porque no valen ni el Lecturas, el Semana, que no sé si existe ya, o cualquier otra revista del corazón. No sé la razón, pero es un tema cientificamente comprobado por mi, que para algo soy una gran estudiosa del comportamiento humano. Y ahora se me ocurre pensar que si compro el Hello quizá pueda aprobar mi examen de inglés y así pasar al básico 2 el año que viene y ser ya casi una alumna aventajada. Algo me dice que no, que ni el Hello, ni una réplica del anillo de compromiso de Lady Di, que se vende tan bien estos días, van a conseguir que yo pueda aprobar un examen en el que you es tú y en el que todavía no sé como se dice mierda, hombre, que en francés era lo primero que aprendías. Pero me es igual, algún día yo también podré dar conferencias en el idioma de Shakespeare, porque el año que viene pienso ser repetidora y así jugaré con ventaja.