sábado, 11 de octubre de 2008

Antropología cultural

Vivir en el rural, a parte de que suena muy pijo, es un poco complicado. Hay reglas no escritas, no es por maldad pero mejor que no las escriban, para mantener una vida social sana. Una de ellas es que si quieres "socio" sales a la puerta aprovechando el rayito de sol. En menos de diez minutos encontrarás con quien hablar. Si te apetece ampliar horizontes y unirte al casinillo de las vecinas de mas arriba (vivo en una cuesta muy cuesta) coges la bolsa de basura y al contenedor. Ya tengo comprobado que existen en trescientos metros tres grupúsculos diferentes de "mujeres a la puerta". Hombres también hay, pero suelen hacer otro tipo de reuniones. No están tanto a ras de calle, están mas a nivel de terrazas, huertas o bancos. Yo me puedo unir a ellos sin demasiados problemas, porque aunque no hablo de futbol, si hablo de ordenadores, de satélites o de teléfonos móviles. Porque no se vaya a creer la gente que en mi lugar están lejos del mundanal ruido de las ondas hertzianas. Fuimos los principales piratas de los canales de pago hasta que se acabó el chollo. Como dice uno de mis vecinos, no se comete ninguna ilegalidad, únicamente se capta lo que está en el aire. Otra de las reglas, es que hay que salir a hablar por lo menos cada dos días. Si tardas más, te acusan de no relacionarte, de estar metida en la cueva o de dormir. Además te pierdes noticias interesantísimas, como si anda por ahí una furgoneta de rumanos robando bicicletas. Yo a veces me despito y me castigan. Dejan de darme huevos, no me cuentan si están limpiando las cunetas y cosas así. Lo peor es como te salgas demasiado de la norma. Al pobre vecino nuevo lo queman. Plantar arboles para que no se vea su terraza es algo que no le perdonarán jamás, por mucho que el pobre intente remediarlo. Eso y que no consulte las reformas que hace, que no pida opinión sobre los obreros que contrata, en resumidas cuentas, que no implique a las fuerzas vivas del lugar en el desarrollo de la obra. Porque no se da cuenta, pero les está robando la diversión de un par de inviernos. Con nosotros pasó algo muy parecido, pero supimos reaccionar a tiempo, o supo mi última perra, que era muy lista. Gracias a sus visitas, a sus ladridos cortos pidiendo comida, las dos nos dimos unas buenas panzadas de follados y lo más importante, logramos la aprobación de los pilares de la comunidad. No fui condenada al ostracismo por poco, y como el nuevo vecino no se ponga las pilas, no habrá quien lo salve, ni siquiera yo, que podría ser un puente de unión. A mi me capacita para estas relaciones tan difíciles haber visto tantas series de tv. Sin Cícely dudo mucho que yo pudiera navegar en aguas tan complicadas. Pero una aprende de las experiencias de los demás, por lo que jamás caeré en las torpezas de Joel. Yo acepto sin pestañear que existe un virus de la trombosis que se está apoderando de los integrantes del rueiro, que las Benelux son las mejores ventanas para los tejados, que en la empanada hay que poner un "diluvio de cebolla" o que hay que que tener cuidado con el frío porque te "puede dar enfermedad" en la calle. Me acostumbré a que la luna pone la ropa tan blanca como el sol, que hay que ahumarse después de venir de un entierro o si andas con gatos pequeños y que yo sea la heredera del mote del anterior dueño de la casa. Pero para el susto que me llevé el otro día no estaba preparada. Estaba tendiendo ropa cuando oigo tocar la campana. Pienso "hay difunto en la parroquia". Escucho los tañidos y digo "es hombre"*. Empecé a gritar....El Anónimo me dijo, que no me preocupe hasta que no me ponga la ropa de los domingos y vaya al funeral.
*Por el número de campanadas se sabe si el muerto es de un sexo o de otro.

2 comentarios:

Caaal dijo...

Jajajajaja. El día menos pensado te veo montando en un bus para un entierro...

Conste que yo participo como nadie de mi familia de la vida de mi aldea. Es posible que mi madre tenga razón cuando dice que no debería importales qué vamos a comer cada día a los de la charla de la marquesina del bus (donde, por cierto, han añadido prolongaciones al banquito para poder sentarse todos), pero el caso es que les importa, porque tienen tema para toda la tarde... ¿Qué me cuesta hacerlos felices? Yo tengo fama de ser "la mar de simpática" y mi madre, en cambio, no. Pero bueno, creo que eso no es sólo en la aldea... muajajaja.

Blaconcia dijo...

Normal que les interese lo que comeis, porque seguro que piensan, como de nosotros, que no comeis caliente.Con lo bien que se come frío....helados!!(estoy a régimen)