La demencia de tempranillo, frase genial con la que me deleitó el otro día mi sobrina la mayor. No, no voy a frivolizar con temas tan serios como son las enfermedades mentales o el alcoholismo, pero es que estábamos hablando de una persona a la que ultimamente veíamos enloquecida y cada vez más aficionada al frasco. Frases así o esos momentos únicos son los que nos reconcilian con la vida si es que alguna vez nos enfadamos con ella. El otro día, que es un decir porque ya fue hace bastantes muchos, viví uno de ellos que me hizo aplaudir y llevarme un subidón de adrenalina como pocos. Un pobre gatito se había colado en el interior del pozo de unos vecinos. Vivir en el campo es muy bonito, mis cafelitos son muy edificantes, que las vecinas te hablen de "circar o culebrillo", dicho con el seseo de la zona, refiriéndose a una manera arcaica de curar el herpes te hace pensar que vives dentro de una serie, pero cuando te enfrentas a lo más duro de esta forma de vida, cambia la historia. Que un gato maúlle pidiendo socorro porque está prisionero en un repecho de un pozo y no puede salir a nadie le importa lo más mínimo. Otros ya habrán caído, total el pozo ya no se usa. Y tú te sientes fatal porque además ese pozo está en un recinto cerrado con una puerta y nadie te la quiere abrir. Pero de repente todo cambia, porque llega Superman y abre la puerta con una especie de ganzúa y coge una escalera y la mete en el pozo y ves un gatito negro que se tira al agua y sube por los escalones y espera. Al subir a pulso la escalera, el gatito llega al brocal, salta todo mojado y se marcha corriendo, feliz de estar fuera de ese horror. Y te ríes y aplaudes y abrazas a tu superhéroe y te sientes la mujer más afortunada de la tierra por un momento. Un momento mágico, único, en el que tu chico te hace sentir que vale la pena todo por ver a ese gatito libre y aunque tu héroe no tenga ni mallas ni capa, afortunadamente, porque para que nos vamos a engañar, mi Pomelo no quedaría muy bien en mallas, porque aunque es alto y bien proporcionado, los años no perdonan el contorno de la cintura, en ese momento vamos, ni George Cloony vestido de Batman se le puede comparar. Es que lo de los animales es un poco extraño. Quien nos iba a decir que a Galicia iban a venir a parar todos los perro-artistas de Hollywood. Pues sí, es verdad, porque por alguna razón esos managers de artistas sin conciencia vienen aquí y los dejan. Sin ir más lejos, el perro de mi hermana hizo varias películas, vamos que yo lo vi en varias, aunque ellos digan que no, que su perro es más guapo, pues no. Un día apareció por su casa y decidió quedarse, pero ya venía de otra vida de artisteo y hace lo mismo que los viejos divos, vive bien y se dedica a las jovencitas de la zona, que cualquier día se arruinan si empiezan las demandas de paternidad. Y otro perro, que lleva años abandonado y adoptado en el pueblo vecino lo vi el otro día en otra película. Nadie me cree pero es así. Peculiaridades de este país de lluvias y excentricidades. Pero a lo que iba, que ya me desvié. Esos momentos únicos que quedan grabados en la memoria. Todos sabemos lo que estábamos haciendo en fechas señaladas, en días terribles de dolor o plenamente felices. Me veo perfectamente asistiendo a la llegada de Amstrong a la Luna, aunque era pequeña. Es más, creo que marcó alguno de los intereses de mi vida. Sí, de momentos memorables, de frases geniales, hombre , que digo que doy de comer a los gatos callejeros porque me piden y me dan pena y una señora desconocida, en el puesto del mercadillo en el que estábamos, me dice que igualito que otra vecina, pero ella lo hacía con los hombres, que le lloraban a la puerta porque estaban necesitados y como a ella le daban también pena, pues un montón de hijos. Vamos, que comparan dos labores sociales un poco diferentes, digo yo, y se quedan tan anchos. La vida sencillla está llena de grandes momentos, que aunque muchas veces sólo te lo parezcan a ti, hacen que te rías, llores o te preguntes si no sería mejor buscar el sentido de la vida en otro lugar, fuera del microcosmos en el que vivo y que no permite que pierda la capacidad de asombro. Porque, vamos, que untarse todo un herpes con "borra" de la cocina mezclada con aceite y una planta llamada sensible, mientras la curandera dice las palabras mágicas después de haberle hecho gastar a la Seguridad Social un pastizal en el tratamiento médico, es algo que hace que me pregunte por las noches si todo esto está pasando o alguien se está inventando mi vida.